RABINO ISAAC COHEN. La suma de acciones positivas -individuales- forman el gran conjunto por el cual cada año, en Rosh Hashaná, habremos de ser juzgados.Sí vale la pena nuestro esfuerzo acciones…
Un nuevo año está por iniciarse, el año 5779 de la Creación del Mundo, y como siempre nuevas reflexiones nos ocupan, en especial aquellas relacionadas con lo que nos pueda deparar el futuro. Pero tengamos presente que Rosh Hashaná, “el año nuevo”, es tiempo no sólo para la reflexión, sino también para la plegaria y el esfuerzo.
Es tiempo propicio para preguntarnos acerca del por qué y del para qué, de nuestra presencia en este mundo. De muchas y diferentes maneras es posible dar respuesta a estas antiguas preguntas de corte existencial, pero tras ellas hay dos verdades innegables consagradas por la sabiduría del judaísmo:
1) Dios es Rey del Universo, y cada año en Rosh Hashaná, es como si volviese a ser coronado.
2) Dios es Rey de toda la Creación, es el principio general, y cada uno de nosotros es Su servidor, es el principio particular. De la misma forma, todos somos parte de una sociedad, pero cada uno de nosotros tiene -en tal sentido- una misión específica que cumplir. Nuestra responsabilidad es dedicarnos a ser Sus diligentes y leales servidores.
Las cuarta y quinta reglas de interpretación bíblica de Rabí Ishmael consisten en que lo general determina lo particular y viceversa. Además de brillantes principios de exégesis del texto de la Torá, constituyen sabias premisas que nos ayudan a comprender mejor el mundo en el cual vivimos.
Cuando el pueblo de Israel colectivamente cruzó el Mar Rojo, para que esto sucediese, cada quien tuvo que cruzarlo individualmente, sin importar si recibió o no la ayuda de otros para hacerlo. Cuando se afirma que el pueblo de Israel salió de Egipto, esto en realidad significa que cientos de miles de judíos, cada uno de ellos personalmente, lo hicieron.
Sucede que lo global está categóricamente estructurado por la inmensa suma de las particularidades. Lo mismo acontece en Rosh Hashaná en el plano conceptual del Día del Juicio. Dios juzga a todas Sus criaturas, es el principio general, pero todos y cada uno de ellos son juzgados por el bagaje de sus propias acciones y de sus méritos específicos, es el principio particular.
Si ante una situación dada, aplicamos un análisis para cada una de las particularidades que conforman un conjunto, hallaremos tantas eventualidades posibles como individuos existan. Por supuesto, no sería lo mismo si aplicásemos un análisis colectivo.
Ante la realidad colectiva, no tengo más respuesta que la del más sincero optimismo. Con valores y fe, y erradicando de nuestros corazones el odio gratuito, todo perdura y prevalece. El comportamiento individual, el esfuerzo y el mérito de cada uno de nosotros, son los que al fin y al cabo determinan el grado de elevación espiritual. Y esto es algo de suma relevancia.
Nadie es tan importante como para no depender de los demás, y nadie es tan pequeño como para que sus acciones no sean tomadas en cuenta. El Todopoderoso, en Su infinita justicia y misericordia, no sólo valora cada acto de benevolencia, sino también el esfuerzo empleado y la intención con la que se lleva a cabo. Incluso, toma en consideración el simple deseo de la persona de hacer una acción positiva, aunque ésta luego jamás sea realizada.
La relación entre lo general y lo particular queda maravillosamente evidenciada en el hecho de que cada acción es única e irrepetible, pues las realizan seres humanos igualmente únicos e irrepetibles, con sus exclusivos y peculiares grados de esfuerzo e intención y, sin embargo, la suma de todas estas acciones positivas -individuales- forman el gran conjunto por el cual cada año, en Rosh Hashaná, habremos de ser juzgados. De ahí se desprende el alentador mensaje: Sí vale la pena nuestro esfuerzo y nuestras acciones en beneficio de otros, ya que son realmente importantes.
Información |Prensa Rabino Isaac Cohen vía El Universal|
Transcripción A.C.A.: Carlos Romero |C.N.P. 24.081|
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