Aunque el gobierno se haya levantado de la mesa de negociación en Oslo y Barbados, y aunque sectores opositores vean con escepticismo y desconfianza cualquier escenario de dialogo con el régimen, la terca realidad que es mucho más poderosa que prejuicios y aprehensiones, obligara a que de nuevo tengan que sentarse a buscar aproximaciones y acuerdos para poder viabilizar una transición que ponga término a la prolongada tragedia venezolana.
A lo largo de los últimos veinte años, especialmente ruinosos y de sufrimientos extremos para los ciudadanos, ha quedado irrebatiblemente demostrado que ni las fuerzas democráticas, ni el oficialismo, poseen los elementos suficientes para imponerse al contrario, derrotándolo y desplazándolo, y a partir de esa victoria hacer prevalecer su particular visión del futuro de Venezuela.
Por dos décadas, y desde la llegada de Hugo Chávez al poder, el mensaje del desaparecido gobernante estuvo destinado a la descalificación, exclusión y aniquilamiento de quienes no compartían su demencial ambición de poder, para lo cual utilizo todos los mecanismos del estado fallidamente, pues siempre un sector creciente de la población disintió de sus propósitos y logro confrontarlo obteniendo éxitos electorales y espacios de poder, con lo cual quedo demostrado lo inútil de su empeño por extinguir a sus adversarios.
La profundización de la crisis política, económica, social y moral, propiciada por Nicolás Maduro, ha generado un ensanchamiento de las fuerzas civiles que se oponen a su desgobierno. Hoy es evidente que al menos 8 de cada 10 venezolanos están identificados con el objetivo de un cambio urgente para Venezuela, y que buena parte de esa inmensa porción de venezolanos ven a Juan Guaido y a la Asamblea Nacional como su referencia de liderazgo para conducir esa transición.
Sin embargo la realidad que hemos constatado a partir del 5 de Enero del presente año, cuando irrumpiera el liderazgo del Presidente de la Asamblea Nacional, es que pese a ese respaldo indiscutible, no han podido lograrse los objetivos resumidos en la trilogía: cese de la Usurpación, gobierno de transición y elecciones libres, y ello pese a todas las iniciativas parlamentarias, de calle y del creciente respaldo internacional que se ha traducido en un reconocimiento al Presidente de la AN en diversas sanciones al régimen Venezolano.
Existe, sin duda un equilibrio de fuerzas, que impiden materializar por la vía de la movilización y el activismo civil, la salida del régimen de Maduro, que desprovisto de apoyo popular tiene en el respaldo de la fuerza, en la represión y la gavilla institucional, y en nada despreciables complicidades de países como Rusia, Cuba y China, y el compromiso de la cúpula militar factores que impiden la transición democrática.
Esta situación de equilibrio perverso, que prolonga el sufrimiento y las calamidades del pueblo Venezolano, nos lleva a la conclusión, gústenos o no, de que solo con un acuerdo, una negociación que involucre a ambas partes es posible construir una salida que tendrá que ser electoral, pacífica y democrática, colocando como protagonista al pueblo venezolano. Se impone por tanto que las partes vuelvan a la mesa de negociación, y extremen su capacidad de diálogo para construir la transición. No hay otro camino.
Información: costadelsolfm.org| El pizarrón Opinión|
Transcripción y Embeds (Videos | Tweets): Lcdo. Carlos Romero |C.N.P. 24.081|
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