Vamos a seguirle el rastro a un caraqueño que vive 47 años vertiginosos y exigentes, frecuentados por la derrota y la victoria, y a quien alcanza la muerte en Santa Marta en medio de su mayor fracaso: La integración colombiana. Fue un vástago de dos de las familias principales del período colonial venezolano: Bolívar y Palacios.
Hijo de Juan Vicente Bolívar y Ponte y María Concepción Palacios y Blanco; nieto de Juan de Bolívar y Villegas y María Petronila de Ponte y Marín de Narváez; y de Feliciano de Palacios y Gil de Arratia y Francisca Blanco Herrera. Casi todos sus 8 bisabuelos y 16 tatarabuelos nacieron en Caracas. Sus 32 cuartos abuelos nacieron en Caracas, Santo Domingo, Valencia, a Coruña, Trujillo, Burgos, Logroño, Vizcaya, Tenerife, Orense y San Mateo. Entre sus cuartos abuelos estaba Simón “El Mozo” Bolívar, quien nació en 1560 en Santo Domingo y llegó a Caracas siendo un joven, pero no fue el primero de los Bolívar en Venezuela; lo fue su padre, Simón “El Viejo” Bolívar, nacido en Vizcaya en 1535, quien pasó a Santo Domingo y luego a Venezuela hacia 1593, según nos informa Antonio Herrera-Vaillant en su libro El nudo deshecho: compendio genealógico de El Libertador.
Juan Vicente Bolívar y Ponte nace en 1726 y fallece en 1786, a los 60 años. María de la Concepción Palacios y Blanco nació en 1758 y murió en 1792, a los 34 años. Como vemos, Juan Vicente le llevaba 32 años a María Concepción. Los Bolívar Palacios fueron María Antonia (1777-1842), Juana Nepomucena (1779-1847), Juan Vicente (1781-1811) y Simón (1783-1830). Cuando el padre fallece, Simón tiene 3 años, cuando muere la madre, suma 9. Es un huérfano y el mayorazgo lo tiene su hermano Juan Vicente. Así comienza su vida.
En 1802 se casó en Madrid con María Teresa Rodríguez del Toro y Alaiza (1781-1803), quien fallece en Caracas el 22 de enero de 1803, y Simón José Antonio de la Santísima Trinidad pasa a ser viudo a los 20 años. Ni con ella ni con ninguna otra se tiene noticia de algún descendiente de Bolívar. Todo indica que no podía procrear.
Una infancia dolorosa, con muchísimo dinero (1783-1795)
Sus primeros doce años no solo están signados por la muerte del padre y la madre sino por la vida con el abuelo, una vez ausente la madre. Don Feliciano Palacios les prodigó, según refieren los testimonios, un afecto robusto a los Bolívar Palacios, pero falleció en 1793, cuando Simón contaba 10 años. Entonces, pasa al cuidado del tío Carlos Palacios Blanco, de quien no tolera la severidad de sus prácticas domésticas y se escapa a vivir con la hermana mayor, María Antonia, ya casada con Pablo Clemente Palacios y quien, en algún sentido, fue una madre sustituta. Esto ocurre en 1795, cuando María Antonia es una señora de 18 años que acaba de parir a su primera hija, Josefa Clemente Bolívar, y se ocupa de su hermano menor, el adolescente de 12 años, Simón.
María de la Concepción Palacios y Blanco y Juan Vicente Bolívar y Ponte.
Este niño, por otra parte, ha recibido la herencia de su primo hermano, el sacerdote Juan Félix Xérez de Aristeguieta y Bolívar, quien falleció en 1785 y testó a favor de él. La herencia era cuantiosísima. Incluía una casa en la esquina de Gradillas, en la Plaza Mayor de Caracas, y tres haciendas de cacao en San Francisco de Yare, con 95.000 árboles y un número cercano a los 50 esclavos. La recibió en 1789, de seis años, en presencia de su abuelo. Esta fue una de las cuatro herencias que recibió, junto a la de su padre, una vez muerto su hermano mayor; la de su madre y la de su abuelo. Naturalmente, en proporciones diferentes a la del Mayorazgo de La Concepción, que era suyo en su totalidad, gracias a la voluntad del cura Aristeguieta, como lo llamaban. De tal modo que, siendo un niño de seis años, ya se sabía heredero de una inmensa fortuna. Según Fréderíque Lange, citada por Juan Morales: “la fortuna más grande de esta época era la del Marqués del Toro, que en 1781 ascendía a 504.632 pesos; le seguía el padre del Libertador, que recibió en herencia 120.000 pesos” (Morales, 1999: 134). Pues calculen ustedes que el hijo recibió cuatro herencias, como ya dijimos.
Una adolescencia característica (1795-1799)
Ante la negativa de volver a vivir baja la égida de su tío Carlos Palacios es inscrito en la escuela que regenta en su casa Simón Rodríguez. Allí está en 1795 y vive en el recinto por unos meses hasta que regresa a la casa paterna, bajo la tutela del tío severo, superado el encontronazo. En 1796 lo hayamos recibiendo lecciones del joven Andrés Bello, quien le instruye en historia y geografía, siendo apenas dos años mayor que él, lo que revela la precocidad intelectual de Bello.
A los 15 años, el 26 de noviembre de 1798 es ascendido a subteniente del Batallón de Milicias de Blancos Voluntarios de los Valles de Aragua. Esta etapa está muy bien estudiada por Fernando Falcón en su trabajo El cadete de los valles de Aragua. En concomitancia, recibe clases en su casa de Caracas, junto a otros jóvenes de la élite, de matemáticas y física, por parte de Fray Francisco de Andújar, favorablemente valorado por Humboldt en su paso por Venezuela.
Este año de 1798 su tío Esteban Palacios Blanco es designado Ministro del Tribunal de la Contaduría Mayor de Cuentas de Madrid, un cargo importante. Por ello envía carta invitando a sus sobrinos Bolívar Palacios varones a que vayan a vivir un tiempo con él en España. Juan Vicente no acude al llamado, pero Simón sí. Comienza una primera etapa europea en su vida. Apenas tiene 16 años.
Viaje a Europa y matrimonio (1799-1802)
Zarpa de La Guaira el 19 de enero de 1799 y llega a Veracruz el 2 de febrero a bordo del navío San Ildefonso. Sube a ciudad de México y está allí una semana. El 20 de marzo zarpan a La Habana, donde están dos días, y llegan a Santander el 16 de mayo. El 10 de junio el joven Bolívar está en Madrid.
El tío y su sobrino viven en casa de Manuel Mallo, entonces Ministro de Hacienda y hombre de gran influencia ante la corona, protector de Esteban Palacios. Mallo había nacido en Popayán y creció en Caracas, de donde estimamos que nació la amistad con los Palacios Blanco. El tío Esteban se esmera en que el sobrino reciba clases de castellano, francés, que aprenda a bailar, que siga su aprendizaje de historia y de matemáticas. Luego, por vueltas de la política española, Mallo cae en desgracia y con él el tío Esteban, quien es hecho prisionero, cuando Manuel Godoy (favorito de Carlos IV) retoma sus influencias.
Entonces, Bolívar se muda a vivir a casa del Marqués de Uztáriz (Gerónimo Enrique de Uztáriz y Tovar Suárez de Loreda, Caracas, 1735 – Sevilla, 1809), amigo de su familia en sus tiempos caraqueños, y allí practica la esgrima, monta a caballo, asiste a salones de tertulias y agasajos. También estudia y lee, bajo la dulce conducción del Marqués de Uztáriz, quien habiendo nacido en Caracas se había radicado en Madrid con muy buenas condiciones económicas. No obstante, cierta hagiografía bolivariana lo invisibiliza como educador de Bolívar para destacar a Simón Rodríguez, que también lo fue, pero es evidente que el Marqués de Ustáriz es el tutor de sus años juveniles, el que le entrega las lecturas fundamentales, como el propio Bolívar lo confirma. Incluso podría decirse más: Ante la ausencia de figura paterna, Bolívar se identifica con su abuelo Feliciano, primero; luego con Simón Rodríguez y, finalmente, con Uztáriz, a quien le profesa un gran afecto, como testimonió varias veces.
En una carta de Bolívar a Francisco de Paula Santander el 20 de mayo de 1825, desde Arequipa, le refiere que en esta estadía madrileña ha leído a “Locke; Condillac; Buffon; D’Alembert; Helvetius; Montesquieu; Mably; Filangieri; Lalande; Rousseau; Voltaire; Rollin; Berthot y todos los clásicos de la antigüedad, así filósofos, historiadores, oradores y poetas; y todos los clásicos modernos de España, Francia, Italia y gran parte de los ingleses” (Cartas Santander-Bolívar, 1988: 378). En casa del Marqués de Ustáriz conoce a María Teresa Rodríguez del Toro y Alaiza, sobrina del Marqués del Toro caraqueño, y de quien se enamora completamente y le propone matrimonio.
La novia pide tiempo y viaja a Bilbao con su familia en 1801. Bolívar también va a Bilbao a estar con ella y permanece allí todo el año. Viaja el 20 de marzo de 1801 y allá estará hasta enero de 1802, cuando parte a Bayona (país vasco francés), luego a Amiens, París y Burdeos. En abril está en Santander y Bilbao, en mayo está en Madrid. Sobre sus meses en Bilbao contamos con un estudio formidable: Simón Bolívar y Bilbao. El hombre antes del héroe de Alejandro Cardozo Uzcátegui. De los dos meses que pasó en París se sabe poco. No se conservan cartas escritas allí, si acaso las escribió y, como afirma Mijares en su biografía El Libertador, lo impresionó más el París de su segunda visita, en 1804, cuando está durante la coronación de Napoleón.
En Caracas (1802-1803)
Los enamorados se casan el 26 de mayo de 1802 en Madrid en la iglesia de San José. Bolívar sumaba 19 años y María Teresa 21. Pocos días después se mueven hacia La Coruña, de donde zarpan el 15 de junio y llegan a La Guaira el 12 de julio. La única carta conocida que escribió la señora Bolívar fue el día de su llegada a La Guaira. Siete meses después, el 22 de enero de 1803, fallece de fiebre amarilla en la casa del Vínculo, en la esquina de Gradillas, la que Bolívar había heredado de Xérez de Aristeguieta.
Sus meses caraqueños de recién casado estuvieron dominados por la alegría de enseñarle sus vastas propiedades a su esposa, el trato con sus familiares, la organización de su fortuna personal y el sueño de la paternidad, que nunca llegó. Devastado por la muerte de María Teresa, decide regresar a Europa en octubre de este año fatídico. Tiene 20 años. En el Diario de Bucaramanga afirma: “Sin la muerte de mi mujer no hubiera hecho mi segundo viaje a Europa, y es de creerse que en Caracas o San Mateo no me habrían nacido las ideas que adquirí en mis viajes, y en América no hubiera formado aquella experiencia, ni hecho aquel estudio del mundo, de los hombres y de las cosas que tanto me han servido en todo el curso de mi carrera política” (Bolívar, 2010: 218).
Europa y los Estados Unidos (1803-1807)
Zarpa de La Guaira el 23 de octubre de 1803. En enero está en Cádiz, en febrero en Madrid, y en mayo en París. Se reencuentra con Simón Rodríguez y conoce a Fanny du Villars, el segundo amor de importancia en su vida. Frecuenta a Humboldt y Bonpland, quienes ya están de vuelta de su periplo americano. Es asiduo de los salones parisinos y no sabemos si asistió a la coronación de Napoleón el 18 de mayo de 1804, a pesar de que estaba en París. Sus propios testimonios son contradictorios.
Fanny du Villars estaba casada con el conde Dervieu du Villars, quien le llevaba casi treinta años de edad. Ella tenía 30 y Bolívar 21, y es evidente que sostuvieron una relación amorosa y confesional. Estos años europeos fueron de grandes convulsiones personales para Bolívar. En sus cartas se advierten estados depresivos y eufóricos, así como abundan testimonios sobre la vida festiva que llevó, cosa que Rodríguez le reconvenía permanentemente. En abril de 1805 Bolívar se despide de Fanny y sale hacia Italia con Rodríguez y Fernando Rodríguez del Toro, hijo del Marqués del Toro caraqueño y su entrañable amigo.
Recorren Verona, Vicenza, Padua, Perugia, Ferrara, Bologna, Florencia, Venezia y llegan a Roma. Allí ocurre el célebre Juramento del Monte Sacro el 15 de agosto de 1805, quizás inspirado en la visión recurrente de las glorias napoleónicas, a quien no sólo ha presenciado en su coronación parisina sino que ahora está presente cuando ocurre la italiana, en Milán. Retórica aparte, el juramento no ha debido ser como quedó transcrito, sino algo coloquial que después fue reescrito, como lo aclara Mijares en su biografía del héroe: “Las palabras del Juramento que se dan en todas las narraciones proceden de una publicación hecha en 1883 por el escritor colombiano Manuel Uribe, de acuerdo con las confidencias que le hizo Don Simón Rodríguez. Pero claro está que esta versión de segunda mano, y escrita tantos años después del suceso, apenas conservaría rasgos muy adulterados del original” (Mijares, 1967: 113).
Estuvo en Nápoles antes de regresar a París, a donde llega en abril de 1806. De acuerdo con sus cartas de entonces, estaba harto de la vida disoluta que había llevado y se proponía regresar a Venezuela. Antes, recibe el segundo grado de la Masonería en la Logia Parisina de San Alejandro de Escocia. Años después (1828), le dice a Perú de Lacroix en el Diario de Bucaramanga: “Que en París se había recibido de maestro, pero que aquel grado le había bastado para juzgar lo ridículo de aquella antigua asociación; que en las logias había encontrado algunos hombres de mérito, bastantes fanáticos, muchos embusteros y muchos más tontos burlados…” (Bolívar, 2010: 221).
Viaja de Hamburgo a Charleston, donde desembarca el 1 de enero de 1807. Visita Filadelfia, Washington, Boston y Nueva York. Permanece casi seis meses en los Estados Unidos hasta que regresa en junio a Caracas, habiendo tomado el barco en Filadelfia. Es obvio que esta estadía de casi cuatro años en Europa y los Estados Unidos fue decisiva en la formación política del joven caraqueño. Si en la primera estancia española el Marqués de Uztáriz puso en sus manos los libros indicados, en esta la relación con Rodríguez, la presencia de Napoleón en todos los rincones de Europa, las ideas liberales y de la ilustración hicieron de Bolívar otra persona. Llegó de 20 años y regresó de 24. Un viaje providencial en el momento preciso, en la edad propicia.
En Caracas (1807-1810)
Al no más llegar, se encarga de sus haciendas. En las de Yare tiene un pleito de linderos con Antonio Nicolás Briceño, quien le discute tierras. La sangre no llega al río, pero estuvieron a punto de dirimir en duelo las desavenencias. Se mueve entre Yare, San Mateo y Caracas, en especial en la hacienda que los Bolívar tenían en la ribera del Guaire, donde los jóvenes de la élite caraqueña se reúnen a leer, recitar, bailar, montar a caballo, y a escuchar a Simón que ha traído nuevas ideas de Europa.
En 1808 tienen lugar los sucesos de Bayona, cuando Napoleón coloca la corona de España sobre su hermano, y Carlos IV y Fernando VII quedan en cautiverio. Se inicia la crisis del mundo hispánico. El 19 de abril de 1810 el cabildo caraqueño crea la Junta Conservadora de los Derechos de Fernando VII, pero Bolívar no participa en los hechos, está en sus haciendas. La Junta lo asciende a Capitán en mayo, y en junio lo designa comisionado ante el gobierno británico y viaja con Andrés Bello y Luis López Méndez, los otros dos integrantes de la comisión, a Londres. Desembarcan en Portsmouth el 10 de julio de 1810.
Viaje a Londres (1810)
El 14 de julio están en Londres. Miranda los asesora e, incluso, les gestiona entrevistas. No va con ellos a los encuentros, pero se reúne periódicamente a cotejar informaciones. Los lleva a conocer los sitios públicos principales: museos, jardines, el Observatorio y les presenta a Jeremy Bentham, James Mill y el Marqués de Wellesley, Ministro de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña, entre otros.
Bolívar da por concluida su misión y zarpa el 22 de septiembre rumbo a Caracas, con escala en Trinidad. Ha permanecido 2 meses y medio en la capital británica. Luis López Méndez y Andrés Bello se mudan a la casa de Miranda. Ambos ignoraban los años que estarían fuera de su país. Como sabemos, ninguno de los dos regresó a Venezuela.
En este encuentro londinense se han conocido el veterano Miranda, ya de 60 años, y el joven Bolívar, con 27. La admiración de Bolívar por la legendaria figura de Miranda es evidente y, de hecho, lo veremos actuar con reciprocidad. Al llegar a Caracas el 10 de diciembre de 1810 se aloja en casa de Bolívar, quien ha llegado pocos días antes, el 5 de diciembre. El 7 está Bolívar informándole a la Junta de su misión en Londres. Ha regresado a Caracas con un secretario francés, Pedro Antonio Leleux, un librero que vivía en Londres y era amigo de Miranda.
Dos años convulsos (1810-1812)
Miranda, Bolívar y Leleux fundan la Sociedad Patriótica en Caracas en diciembre, y ya en enero sostienen reuniones regulares a partir de las 6 de la tarde en una casa que han conseguido en la esquina de Ibarras. Integran la Sociedad Antonio Múñoz-Tébar, Vicente Salias, Francisco Espejo, Miguel Peña, Carlos Soublette, Francisco Coto Paúl, entre otros. Se constituyen en un frente de presión permanente para que el Congreso Constituyente, que se ha reunido en Caracas a partir de marzo de 1811, declare la Independencia.
En la noche del 3 para el 4 de julio de 1811 Bolívar interviene en la Sociedad Patriótica con las siguientes palabras: “Se discute en el Congreso Nacional lo que debería estar decidido. ¿Y qué dicen? Que debemos comenzar por una confederación, como si todos no estuviésemos confederados contra la tiranía extranjera. Que debemos atender a los resultados de la política de España. ¿Qué nos importa que España venda a Bonaparte sus esclavos o que los conserve, si estamos resueltos a ser libres? Esas dudas son tristes efectos de las antiguas cadenas. ¡Qué los grandes proyectos deben prepararse en calma! Trescientos años de calma ¿no bastan? La Junta Patriótica respeta, como debe, al Congreso de la Nación, pero el Congreso debe oír a la Junta Patriótica, centro de luces y de todos los intereses revolucionarios. Pongamos sin temor la piedra fundacional de la libertad sur-americana: vacilar es perdernos. Propongo que una comisión del seno de este cuerpo lleve al Soberano Congreso estos sentimientos” (Bolívar, 1947: 993).
Así fue, la comisión asistió al Congreso Nacional donde el 5 de julio se decidió la creación de una república con los límites de la abolida Capitanía General de Venezuela. Juan Germán Roscio redactó el Acta, así como antes había redactado el Estatuto electoral que dio pie al Congreso, y así como coredactó la Constitución Nacional de 1811, aprobada el 21 de diciembre.
No hallamos a Bolívar presente en la sesión que declara la creación de la República porque no era diputado, como sí lo era Miranda. De inmediato Bolívar se va a alguna de sus haciendas (algunos afirman que por motivos de salud), y lo tenemos de vuelta en la escena caraqueña en octubre de 1811.
Y luego lo volvemos a hallar en Caracas el 26 de marzo de 1812, cuando escarbaba entre los escombros buscando sobrevivientes del terremoto de ese día. Esto lo refiere José Domingo Díaz con detalle en su libro Recuerdos sobre la rebelión de Caracas. Para entonces, ya Monteverde había desembarcado en Coro procedente de Puerto Rico, enviado por el Consejo de Regencia a recuperar el territorio venezolano, y venía obteniendo victorias, con el apoyo de los hombres de Reyes Vargas, quien le sumó su ejército de 500 indígenas. Ya Miranda era el Generalísimo designado para enfrentarlo, y Bolívar estaba por asumir la plaza de Puerto Cabello por designación de Miranda, en mayo.
Señala la leyenda que Bolívar pronunció unas palabras aquel 26 de marzo de 1812 que se han hecho célebres: “Si se opone la naturaleza a nuestros designios, lucharemos contra ella, y haremos que nos obedezca”. No parece probable que así haya sido; parece, como suele suceder, obra de la mitología posterior que se ha posado sobre el personaje, más que una realidad constatable. En todo caso, el terremoto obró a favor de la causa realista y no de la patriótica, entre otras razones porque no pocos sacerdotes consideraron al terremoto como una admonición divina contra los revolucionarios republicanos.
Como sabemos, Miranda al ver que está perdida la guerra contra Monteverde, propone la firma de una capitulación que regularice la derrota, y vienen las negociaciones, hasta que se firma la capitulación en San Mateo el 24 de julio de 1812. Algunos pensaban que ha debido seguirse en batalla, pero Miranda creía que no, y como Generalísimo firmó la rendición, provocando la ira de sus coroneles. La verdad, había argumentos para ambas posiciones.
Por su parte, el 12 de julio de 1812, un Bolívar deprimido y auto-culpabilizado por la pérdida de Puerto Cabello le escribe a Miranda, desesperado. Dice: “Yo hice mi deber, mi general, y si un soldado me hubiese quedado, con ese habría combatido al enemigo; si me abandonaron no fue por mi culpa. Nada me quedó que hacer para contenerlos y comprometerlos a que salven la patria; pero ¡ah¡ esta se ha perdido en mis manos” (Bolívar,1970: 29).
Los hechos se precipitan el 31 de julio de 1812, cuando los coroneles de Miranda lo hacen preso en La Guaira y se lo entregan a Monteverde, después de que este ha firmado las Capitulaciones de San Mateo. Entre las muchas versiones sobre los hechos ocurridos este día, la de Caracciolo Parra-Pérez en Historia de la Primera República de Venezuela nos resulta la más convincente. Señala el historiador que Miranda llegó a La Guaira el 30 de julio a las 7 de la noche y que se hospedó en casa del comandante militar de la zona, Manuel María de las Casas. Apunta que se juntaron en secreto de las Casas, el doctor Miguel Peña, los comandantes Tomás Montilla, Rafael Chatillón, José Landaeta, Juan José Valdés y los coroneles Juan Paz del Castillo, José Mires, Manuel Cortés Campomanes y Simón Bolívar. Todos juzgaban tan severamente a Miranda que Bolívar propuso que se le fusilara de inmediato por traidor, pero no aceptaron la moción.
“Suele señalarse que los tres grandes textos de Bolívar son el Manifiesto de Cartagena, el Discurso ante el Congreso de Angostura y la Carta de Jamaica”
El atardecer de la llegada de Miranda a La Guaira, el capitán del Saphire, Haynes, instó al Generalísimo a embarcarse y zarpar de inmediato, pero este no quiso y optó por salir al amanecer. Pues en la madrugada del 31 de julio estando dormido Miranda irrumpieron en su habitación quienes le hicieron preso: Bolívar, Chatillón y Montilla. El generalísimo le pidió la linterna a su asistente, el muy joven Carlos Soublette, e iluminó los rostros de sus captores. Dicen que entonces pronunció su famosa frase: “Bochinche, bochinche, esta gente no saber hacer sino bochinche”.
De las Casas, siguiendo instrucciones de Monteverde, lo entrega a Cervériz y este lo introduce en la celda del Castillo de San Carlos, en La Guaira. En enero de 1813 es trasladado al Castillo de San Felipe, en Puerto Cabello; en junio es enviado al Castillo del Morro, en Puerto Rico y en diciembre a la cárcel de La Carraca, en Cádiz; allí fallece el 14 de julio a la 1 y 5 minutos de la madrugada de 1816. Sumaba 66 años.
Ríos de tinta han corrido para explicar este momento trágico de la historia de Venezuela en el que el Precursor de la Independencia es entregado a los realistas por el futuro Libertador, entre otros. Los hechos son crudos. Bolívar se detuvo ante un dilema: Si las Capitulaciones firmadas por Miranda eran buenas, ha debido quedarse a hacerlas respetar; si se quería ir es porque era un traidor. ¿Esta lógica sencilla de Bolívar también podía esconder otra razón?
El 26 de agosto le escribe Monteverde al Consejo de Regencia afirmando que:
“… los que fueron contagiados, pero de algún modo obraron opuestamente a la maligna intención de los facciosos…En esta clase, Excelentísimo Señor, se hallan D. Manuel María de las Casas, D. Miguel Peña y D. Simón Bolívar…Yo no puedo olvidar los interesantes servicios de Casas ni el de Bolívar y Peña…” (Parra-Pérez, 1939: 382).
¿Habría obtenido pasaporte el coronel Bolívar de parte de Monteverde sin haber prestado sus “interesantes servicios”? No parece probable. ¿De no haber hecho preso a Miranda y entregado a Cervériz al reo habría corrido la misma suerte de este? Seguramente. Los mirandinos consideran que la entrega fue una infamia de Bolívar y acaso su error más desgraciado; los bolivarianos se dividen en el análisis de los hechos: Unos consideran a Miranda un traidor; otros, que se trató de la única alternativa que tuvo Bolívar para salir del trance. En cualquiera de los casos, no es un momento afortunado de la vida del Libertador y, por supuesto, el más desdichado de la vida de Miranda.
Bolívar con el pasaporte viaja a Curazao el 1 de septiembre, después de haber estado a buen resguardo mientras obtenía el salvoconducto. Está dos meses en Curazao hasta que llega a Cartagena el 2 de noviembre. El 15 de diciembre escribe el Manifiesto de Cartagena, su primer texto político de importancia, la Memoria dirigida a los ciudadanos de la Nueva Granada por un caraqueño, texto que se ha divulgado con el título de Manifiesto de Cartagena. Antes, el 27 de noviembre de 1812, le envía al Congreso de la Nueva Granada un texto analítico de las causas de la pérdida de la República en Venezuela, con los mismos argumentos que el segundo, que fue el que se hizo célebre.
Veamos lo sustancial del Manifiesto de Cartagena. Lo primero es que todo el texto se fundamenta en hallar las causas de la pérdida de la República de Venezuela. La que más se acentúa será la adopción del Federalismo en la Constitución de 1811. Según Bolívar, esta fue la causa principal. Por supuesto, no es cierto que lo haya sido, pero es evidente que el caraqueño aprovecha la coyuntura para denostar del Federalismo y enarbolar sus tesis centralistas, de unidad de mando. En esto Bolívar fue coherente toda su vida, a tal punto que su centralismo se fue acentuando hasta tornarse en la Presidencia Vitalicia propuesta en la Constitución de Bolivia de 1826 o en la Dictadura que asumió en 1828, al margen de la Constitución de 1821. La Presidencia Vitalicia es una tesis monárquica y no republicana, por donde se le vea.
La otra causa aludida es notoriamente cierta, el terremoto de 1812, que no solo afectó severamente a Caracas sino a la región centro occidental del país, dejando a las ciudades prácticamente en el suelo. También, alude a cierta misantropía que, según él, se apoderó de las autoridades venezolanas a la luz de la Constitución de 1811. Este espíritu, además, impidió que se fortalecieran las fuerzas militares y, además, alude entre las causas el faccionalismo, que debilitó a la República ante el desafío bélico.
Es de hacer notar que no menciona a Miranda entre las causas, cosa curiosa, cuando al momento de entregarlo a Monteverde, él mismo lo señaló como el único culpable del desastre. Tampoco señala que la pérdida de la plaza de Puerto Cabello, a su cargo, fue la acción determinante para que se perdiera la República. Ni un hecho ni otro, sino el texto constitucional es la causa príncipe. No deja de ser desconcertante que de las derrotas bélicas se responsabilice a la Constitución. Es absurdo, pero en verdad el Manifiesto es una oportunidad, como dije antes, de exponer sus tesis centralistas y buscar apoyo de los neogranadinos, anhelo que coronó el futuro Libertador.
Sigamos al propio Bolívar en un párrafo que resume las causas. Dice: “De lo referido se deduce, que entre las causas que han producido la caída de Venezuela debe colocarse en primer lugar la naturaleza de su Constitución; que, repito, era tan contraria a sus intereses, como favorable a los de sus contrarios. En segundo, el espíritu de misantropía que se apoderó de nuestros gobernantes. Tercero, la oposición al establecimiento de un cuerpo militar que salvase la República y repeliese los choques que le daban los españoles. Cuarto, el terremoto acompañado de fanatismo que logró sacar de este fenómeno los más importantes resultados; y últimamente, las facciones internas que en realidad fueron el mortal veneno que hicieron descender la patria al sepulcro” (Bolívar, 1970: 30-38).
Si prestamos atención a este párrafo advertiremos que en él está la nuez de la posición de Bolívar acerca del poder eficiente, es decir: Centralismo y unidad de mando. Nótese que en su última proclama, la del 10 de diciembre de 1830, ante la inminencia de la muerte, alude a la cesación de los partidos para alcanzar la paz y la unión. Hasta su minuto final, Bolívar le atribuyó al faccionalismo una importancia enorme, quedando desnudo frente a una circunstancia propia del republicanismo: La disidencia, la convivencia de posiciones contrarias. Durante los años en guerra la invocación del faccionalismo como causa se comprende, pero en 1830 la guerra ya había terminado, y lo que se dirimía en la República de Colombia, eran tesis, otra vez, centralistas y federalistas. Esto nos conduce a afirmar, sin la menor duda, que el centralismo bolivariano no era coyuntural, atribuido a la circunstancia guerrera, sino consustancial a su pensamiento.
La Campaña Admirable y un primer fracaso (1813-1815)
Antonio Nariño, entonces presidente de Cundinamarca y Camilo Torres, presidente del Congreso en Tunja, deciden apoyar al joven coronel venezolano. Lo incorporan al Ejército de Nueva Granada con destacamento a Cartagena, donde gobierna el doctor Manuel Rodríguez Torices. Lo destinan al puesto de Barrancas, a orillas del río Magdalena y este, sin esperar autorización, emprende una campaña con un grupo reducido de soldados para despejar al Magdalena de realistas. La campaña es fulgurante e inesperada, y ocurre entre el 23 de diciembre y el 8 de enero de 1813, cuando toma Ocaña. En quince días ha logrado una sucesión de éxitos.
En febrero, Bolívar recibe la invitación del coronel Manuel Castillo para ayudarlo a combatir al general Ramón Correa en Cúcuta, para allá sale el 9 al frente de 400 hombres. El 28 de febrero vence en Cúcuta a Correa y se granjea el apoyo del gobierno neogranadino para seguir hacia Venezuela, lo autorizan el 7 de mayo de 1813. Lo nombran Brigadier y le entregan el mando de un Batallón comandado por Francisco de Paula Santander e integrado por los neogranadinos Atanasio Girardot, Antonio Ricaurte, José Luciano D’ Elhuyar, José María Ortega, Hermógenes Maza, Joaquín París y su inseparable Rafael Urdaneta, factores claves de la campaña que va a iniciarse. Va a comenzar la Campaña Admirable, que concluirá el 7 de agosto de 1813 con la entrada triunfal a Caracas.
La sucesión es vertiginosa: El 13 de abril vence el Ejército patriota al realista en La Grita; el 23 de mayo entra Bolívar triunfante a Mérida y se le otorga el título de Libertador. El 10 de junio Girardot toma Trujillo y el 14 llega Bolívar. El 15 de junio firma El Libertador el Decreto de Guerra a Muerte. Una pieza estremecedora que sólo se comprende en medio del fragor de las circunstancias. Lo primero que hay que señalar es que el origen del Decreto no es un capricho de Bolívar y que él mismo lo explica en el texto. Se trata de una venganza por los horrores cometidos por Monteverde. Después de enumerarlos, el Libertador afirma: “Así pues, la justicia exige la vindicta, y la necesidad nos obliga a tomarla. Que desaparezcan para siempre del suelo colombiano los monstruos que lo infestan y han cubierto de sangre; que su escarmiento sea igual a la enormidad de su perfidia, para lavar de este modo la mancha de nuestra ignominia, y mostrar a las naciones del universo que no se ofende impunemente a los hijos de América” (Bolívar, 1970: 44-46).
Nótese que en 1813 ya habla “del suelo colombiano”. Luego, coloca en un disparadero a los españoles y canarios. Señalando que sí no se suman a las fuerzas patriotas serán dados de baja, si lo hacen, recibirán un indulto pleno y serán tratados como americanos. A los americanos los perdona, incluso en el caso de hallárseles culpables de colaboración con los realistas. Las oraciones que se han hecho célebres son las finales que, si no se sigue el texto y se leen fuera de su contexto, resaltan por su ferocidad: “Españoles y Canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de América. Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables” (Bolívar, 1970: 44-46).
La campaña continuó. El 18 de junio Girardot está en Carache. José Félix Ribas se suma y avanza sobre Boconó. El 2 de julio tiene lugar la Batalla de Niquitao, donde vence Ribas, con el apoyo de Urdaneta y Campo Elías. Ribas sigue hacia El Tocuyo y lo ocupa el 18 de julio, y avanza hacia Quíbor. En Los Horcones tiene lugar otro triunfo de Ribas y este entra victorioso a Barquisimeto. Ya los triunfos de Ribas alarman a los realistas. El 29 de julio se reúnen Ribas, Urdaneta y Girardot en San Carlos, plaza que ha ocupado Urdaneta. El 2 de agosto entran a Valencia, que ha sido abandonada por Monteverde ante las victorias patriotas, y huye hacia Puerto Cabello, perseguido por el incansable Girardot. Monteverde logra protegerse tras las murallas.
“El centralismo bolivariano no era coyuntural, atribuido a la circunstancia guerrera, sino consustancial a su pensamiento”
Como vemos, los Ejércitos patriotas le han franqueado el paso a Bolívar y este entra en Caracas el 6 de agosto de 1813. Ha concluido la llamada “Campaña Admirable” para Bolívar; para algunos de sus seguidores no, ya que Monteverde espera en Puerto Cabello la llegada de refuerzos realistas, y estos arriban en septiembre de 1813, con el Regimiento de Granada, al mando de Miguel Salomón, y cerca de 1.000 soldados veteranos que han partido de Cádiz.
Con cerca de mil hombres Monteverde avanza hacia Valencia para recuperarla, pero en Bárbula lo espera el Ejército comandado por los neogranadinos Atanasio Girardot, Luciano D’ Elhuyar y el marabino Rafael Urdaneta, el 30 de septiembre. La batalla sigue el 3 de octubre en Las Trincheras, donde Monteverde es herido en la mandíbula. El 30 en Bárbula vencieron los patriotas y cuando Girardot colocaba el pabellón nacional en la cima del cerro, fue abatido de un balazo en el pecho.
Monteverde huye de nuevo derrotado a Puerto Cabello y allí permanece hasta diciembre de 1813, cuando su sucesor, el capitán general Juan Manuel Cajigal, le sugiere que es hora de retirarse, viaja a España y sale de la escena venezolana para siempre. Lo vence Luciano D’Elhuyar, quien morirá en 1816 muy joven, regresando de Jamaica en un naufragio, tanto como Girardot en Bárbula y Ricaurte en San Mateo. Girardot cae a los 22, Ricaurte a los 28 y D’Elhuyar a los 23.
En Proclama dirigida a los caraqueños, el mismo día 8 de agosto, Bolívar reconoce al Congreso de Nueva Granada el apoyo y se refiere al restablecimiento de la República. Su actividad es frenética y se traduce en un conjunto de proclamas y órdenes administrativas asombroso.
Los enfrentamientos bélicos no cesan, lo que demuestra que la llamada “Campaña Admirable” se refiere a la entrada de Bolívar a Caracas, más que al fin de una gesta. Vicente Campo Elías toma Cúa, San Francisco de Yare, Santa Lucía y Santa Teresa del Tuy. Luis María Rivas-Dávila toma Charallave; Marcelino Plaza, Ocumare del Tuy; Manuel Villapol, Paracotos y Tácata. Ramón García de Sena se enfrenta al indio realista Reyes Vargas y a Francisco Oberto, y los vence en Cerritos Blancos, cerca de Barquisimeto.
Para entonces, ya José Tomás Boves ha intentado unirse a los patriotas y ha sido rechazado, en 1811; ahora lo acoge Eusebio Antoñanzas, y comienza su epopeya llanera hacia septiembre de este año crucial. Va formando su propio ejército y hacia finales de 1813 lo veremos en el inicio de sus acciones autónomas, fuera del radio de instrucciones de las autoridades realistas. El 23 de septiembre vence Boves en Nutrias a Tomás Montilla y luego se dirige a ocupar Calabozo. Por otra parte, los hermanos Monagas, muy jóvenes, son vencidos en Cachipo, también en septiembre.
Bolívar está en Caracas de vuelta el 14 de octubre para recibir el nombramiento del Cabildo caraqueño. Esta entidad habla en representación de los demás Cabildos sin haber recibido autorización para hacerlo, pero la capitalidad caraqueña licenciaba estos excesos, sobre todo en tiempos de guerra. Designan a Bolívar como “Brigadier de la Unión, General en Jefe de las Armas Libertadoras y Libertador de Venezuela”. Era obvio que el caraqueño requería de estos títulos para poder imponer su autoridad sobre los otros jefes militares, en particular Mariño, quien permanecía con su ejército en Barcelona y no decidía todavía marchar hacia el centro.
Este mismo día de la aclamación de Bolívar en Caracas, Campo Elías se bate con Boves en Sabana de Mosquiteros, cerca de El Sombrero. La victoria es clamorosa, ya que Boves ha reunido un ejército de 2.500 hombres, mientras Campo Elías cuenta con 1.500, nada más. Al vencer a Boves, despeja Calabozo. La secuencia de victorias de Campo Elías lo destaca particularmente.
Rafael Urdaneta es retenido en Barquisimeto por el desafío de Ceballos, y Bolívar parte en su auxilio para darle batalla el 10 de noviembre en Bobare, cerca de Yaritagua. La batalla se pierde y Barquisimeto cae en manos de los realistas. Bolívar se repliega en San Carlos. En cambio, José Félix Ribas y Luciano D’Elhuyar se baten durante tres días en Vigirima, el 23, 24 y 25 de noviembre, venciendo al coronel Miguel Salomón, quien está al frente del Regimiento de Granada, como dijimos antes. Bolívar coordina las acciones en el campo de la batalla más larga de este período.
El 27 de noviembre, un joven de 23 años, llamado José Antonio Páez, que se ha sumado a las fuerzas patriotas a mediados de 1813, se bate contra Miguel Marcelino en el sitio de Matas Guerrereñas y vence. Es ascendido a Capitán. Comienza la epopeya de quien será el hombre fuerte de Venezuela durante décadas. A su vez, será la primera de las batallas al frente de sus llaneros que, como veremos, serán el factor clave de las victorias futuras, después de perdida la llamada Segunda República. Por su parte, Boves y Francisco Tomás Morales vencen a Manuel Aldao el 2 de diciembre a la entrada de Calabozo. Esta victoria les abre el camino hacia los valles centrales.
Ceballos junta su ejército con los de José Antonio Yáñez y Miguel Correa en Araure y se preparan para la batalla. El 5 de diciembre de 1813 al amanecer comienza la refriega de la Batalla de Araure. Bolívar, Urdaneta, Villapol, Campo Elías, Rivas Dávila, Florencio Palacios no sólo vencen a los realistas sino que se hacen de un parque significativo y deciden perseguir a los vencidos. Bolívar divide al ejército y sigue a Caracas, entusiasmado con la victoria. Su optimismo le lleva a pensar que puede derrotar a los realistas sin el apoyo de Mariño, pero muy pronto se convence de lo contrario.
El 17 de enero de 1814 sale de Aragua de Barcelona Santiago Mariño al frente de un ejército de 3.500 hombres y va a encontrarse con Bolívar, por primera vez en su vida, en los primeros días de abril, en La Victoria. Entonces, se decide la unión de los dos ejércitos y se establece el cuartel general en Valencia. Ambos libertadores llegan a acuerdos sobre la base de objetivos específicos. La guerra estaba en pleno desarrollo.
Por otra parte, Boves avanza desde Calabozo hacia Villa de Cura y San Juan de los Morros y Campo Elías sale a su encuentro y tiene lugar la primera Batalla de La Puerta, el 3 de febrero. Es un desastre para los patriotas. Urdaneta recupera Barquisimeto, García de Sena y Palacios siguen su campaña hacia Barinas y Apure, en continuación de la campaña occidental. El 17 de febrero está Urdaneta en Valencia con Bolívar. Antes, el 12 de febrero de 1814 ha tenido lugar la legendaria Batalla de La Victoria.
Morales ha ocupado La Victoria y el arrojado Ribas sale de Caracas al frente de un ejército de estudiantes, sin caballería, a rescatar la ciudad. Desde la mañana las embestidas de Morales van minando las fuerzas juveniles de Ribas, que resisten con denuedo, hasta que en la tarde llega Campo Elías al frente de 200 hombres y decide la contienda a favor de los patriotas.
Al regresar a Caracas, Ribas sale de nuevo hacia Ocumare del Tuy, donde Rosete ha invadido. Está en Charallave el 20 de febrero y, apenas una semana después de La Victoria, Ribas vence a Rosete, y al día siguiente lo destroza de nuevo en Yare. Bolívar deja al frente de Valencia a Urdaneta y se va a su hacienda de San Mateo, en los valles de Aragua, donde fija cuartel general con 1.500 soldados y 600 jinetes. Allí se apertrecha esperando el desafío de Boves que avanza hacia los valles centrales.
Boves y Morales se apoderan de Cagua el 25 de febrero y el 28 le ponen sitio a San Mateo, donde está Bolívar. El Ejército de Boves suma 7.000 hombres, de los cuales pierde 1.000 en el primer encontronazo. Ese día cae Manuel Villapol y son heridos Campo Elías y el propio Boves, quien deja al mando a Morales. Todos los días hay escaramuzas hasta que el 20 de marzo vuelve Boves ya recuperado de sus heridas y lanza un ataque total el 25. Resisten Montilla, Lino de Clemente y Ramón Ayala, y ocurre el episodio de Antonio Ricaurte y el parque resguardado en una pequeña casa a mitad de la colina.
Según se nos ha dicho siempre, Ricaurte prefirió volar el parque con dinamita y morir en el hecho, que dejarlo en manos de los realistas que iban por él. No obstante, refiere Luis Perú de Lacroix en el Diario de Bucaramanga lo que sobre el particular le dijo Bolívar, el día 5 de junio de 1828: “Ricaurte, otro granadino, figura en la historia como un mártir voluntario de la libertad, como un héroe que sacrificó su vida para salvar la de sus compañeros y sembrar el espanto en medio de los enemigos, pero su muerte no fue como aparece, no se hizo saltar con un barril de pólvora en la casa de San Mateo, que había defendido con valor; yo soy el autor del cuento, lo hice para entusiasmar a mis soldados, para atemorizar a los enemigos y dar la más alta idea de los militares granadinos. Ricaurte murió el 25 de marzo del año 14 en la bajada de San Mateo, retirándose con los suyos; murió de un balazo y un lanzazo, y lo encontré en dicha bajada tendido boca abajo, ya muerto y las espaldas quemadas por el sol” (Bolívar, 2010: 292).
¿Tenemos motivos para no creer lo que apunta Perú de Lacroix que dijo Bolívar?, ¿es posible que esto no lo haya dicho Bolívar y sea un invento del autor? La verdad, no parece probable que sea un invento, sino la confirmación de que Bolívar era un estratega de las comunicaciones y de los efectos psicológicos de los hechos. En todo caso, no deja de ser sorprendente cómo la versión que Bolívar confiesa haber urdido es la que se ha asentado como verdadera, no siéndolo, según confiesa el mismo autor de la especie.
El saldo de San Mateo, aunque favorable a los patriotas, es trágico. No sólo muere Ricaurte, sino Villapol, y a los pocos días Campo Elías, que tantas y tan contundentes victorias había sumado a la pizarra patriota. Mariño se entera de los aprietos de Bolívar en San Mateo y corre a auxiliarlo, sin saber que Boves ha levantado carpa y se dirige a Villa de Cura, con su ejército maltrecho. Ambos se encuentran en Bocachica, cerca de La Puerta, y Mariño le propina otra derrota a Boves. Afirman los expertos en estos temas que si Mariño hubiese perseguido a Boves lo habría destruido para siempre, pero no lo hizo y este alcanzó a llegar a Valencia, ya no con 7.000 hombres sino con 2.000 y dos derrotas a cuestas.
Bolívar se desplaza de San Mateo a La Victoria y tiene lugar el encuentro entre Mariño y el caraqueño, el 2 y 3 de abril. Bolívar regresa a Caracas y Mariño se queda en los valles de Aragua. Por su parte, Ceballos y Boves reúnen sus ejércitos en Valencia y deciden seguir hacia Calabozo por la proximidad de Bolívar, que ha salido de Caracas a buscarlos. En Arao es atacado el ejército de Mariño y si no es por la intervención de Urdaneta el desastre para los patriotas hubiese sido total. Mariño entra a Valencia con su ejército maltrecho el 19 de abril de 1814. Allí está hasta el 16 de mayo, cuando Bolívar y Mariño salen a buscar batalla con Cajigal y Ceballos, que se mueven hacia Tinaquillo. Va a tener lugar la primera Batalla de Carabobo, el 28 de mayo de 1814.
Aunque el ejército realista era numéricamente superior, el patriota contó con 5.000 hombres y derrotó a Cajigal y Ceballos, e hicieron prisioneros a 3.000 mil soldados realistas, así como se adueñaron de un buen parque que comprendía caballos, fusiles, víveres y hasta los papeles del archivo de Cajigal. Éste huyó casi solo con Ceballos y ambos se salvaron. Afirman los expertos militares que aquí ha debido terminar la guerra, que se ha debido salir al encuentro de Boves de inmediato, pero Bolívar tomó otra decisión y disgregó el ejército. Urdaneta regresa a Occidente, Ribas se va a Caracas y Bolívar ordena que Mariño, con 3.000 hombres, espere en Aragua a Boves. Entonces se ignoraba la magnitud del ejército que había reunido el asturiano. ¿Falló el espionaje? De haberlo sabido, Bolívar no disgrega el ejército. ¿Qué pasó? No hay respuesta, pero es evidente que se trata de una decisión costosísima.
Con malicia Boves logra llevar a Mariño al sitio de La Puerta, donde antes había derrotado a Campo Elías. El 14 de junio de 1814 pernoctan los ejércitos listos para el combate que ocurre al día siguiente. Bolívar y su ejército llegan el 15, cuando la batalla ha comenzado. El Libertador se percata de la desventaja en que está Mariño y se propone replegarse, pero Boves advierte su presencia en el campo de batalla y enfila la vanguardia a toda velocidad para que no pueda eludir el embate. Lo destroza. Su superioridad numérica era aplastante. Bolívar huye hacia Villa de Cura y Mariño hacia San Sebastián. Boves vence en menos de una hora. Mueren el secretario de Bolívar, Antonio Muñoz Tébar, Aldao, García de Sena, Freites y Pedro Sucre. El valiente Diego Jalón es hecho preso y decapitado por órdenes expresas de Boves, después de arrancarle confesiones por tortura, acerca de la magnitud del ejército patriota. La catástrofe es completa.
Boves toma Valencia el 8 de julio, el 10 llegan Cajigal y de la Calzada. Mientras, Bolívar y Mariño están en Caracas, saben de la cercanía de Boves y deciden la llamada “Emigración a Oriente”, el 6 de julio de 1814. Mariño parte de inmediato. El horizonte no puede ser menos promisorio. Va a iniciarse otra tragedia.
Ante el avance indetenible de Boves, quien ya estaba con sus fuerzas en Puerto Cabello y se dirigía hacia Caracas, una junta de notables deliberó acerca de qué opciones tomar. Bolívar impuso su criterio: Evacuar la ciudad y huir a Oriente, hacia donde ya había partido el general Mariño, y los patriotas conservaban alguna fuerza bélica. El 7 de julio afirma Francisco Javier Yánes en su libro Compendio de la historia de Venezuela, que abandonaron la ciudad cerca de 20 mil personas. Unos fueron a La Guaira a buscar embarcarse hacia algún destino, otros hacia el Oriente del país. También afirma que perecieron las tres cuartas partes a fuerza de hambre, cansancio, desnudez y sed. El 16 de julio de 1814 entró Boves a una Caracas desolada.
Entre tanto, las fuerzas patriotas sobrevivientes de una y otra derrota se reunieron en Aragua de Barcelona, junto con los emigrantes a Oriente (incluidos mujeres, ancianos y niños) y, ante el avance de Morales al frente de 6.000 hombres, deciden darle batalla. Nueva catástrofe. Bolívar logra reunir a 2.000 hombres mal armados, mientras Bermúdez alcanza a armar a otros mil. Bolívar propone un plan que Bermúdez considera que expone a los orientales, mientras los centrales quedan a buen resguardo, y no lo acepta. Bolívar conviene y se adapta. El 18 de agosto tiene lugar la batalla que pierden estrepitosamente los patriotas.
Morales entró en el pueblo y pasó por las armas a toda la población, como ya era costumbre, mientras Bolívar, Bermúdez, Cedeño y Sucre logran escapar de la carnicería. Las cifras de la mortandad oscilan entre 3.000 y 4.000 dados de baja, incluida la población civil, muchos de los caraqueños que habían emigrado a Oriente, a instancias de Bolívar, huyendo de Boves. Un desastre. Los jirones del ejército y los civiles emigrantes logran llegar a Cumaná el 20 de agosto, con Bolívar a la cabeza. Por su parte, Bermúdez (herido de bala en el brazo), Armario, Sucre y Monagas llegan a Maturín.
De inmediato comienzan a moverse las fuerzas más oscuras, las que buscan un culpable de la derrota. Mariño y Bolívar serán los señalados por los jefes sobrevivientes: Ribas y Piar. La secuencia fue así. Bolívar y Mariño se embarcan en Cumaná el 25 de agosto rumbo a Margarita, con el tesoro de la plata labrada de las iglesias de Caracas, con el que vienen cargando desde que salen de la capital, para salvarlo de la tropelía saqueadora realista. El viaje lo hacen en embarcaciones de un italiano aventurero que participaba en estas luchas esperando recompensa pecuniaria (nunca recibida, por cierto) llamado Giovanni Bianchi, quien aprovecha la coyuntura para presionar el pago de sus acreencias. Al llegar a Pampatar, Piar impide que bajen del barco, los acusa de traición y desconoce la autoridad de ambos. Regresan a Carúpano.
El 2 de septiembre, en Cariaco, enterado Ribas de los pormenores de la derrota y de los movimientos de los Jefes, es designado Jefe de Occidente, mientras Piar lo es de Oriente, en sustitución de Bolívar y Mariño. Al llegar a Carúpano estos son impuestos de la noticia y se les invita a abandonar el país. Antes, Bolívar publica el 7 de septiembre un texto donde explica lo sucedido. No se declara culpable, alega su inocencia y señala un nuevo argumento: La gente no quiere ser libre. Al día siguiente zarpan Bolívar y Mariño para Cartagena y salen de la escena venezolana (en el bergantín El Arrogante) hasta cuando regresan de Haití a Margarita, el 3 de mayo de 1816, casi dos años después.
De Cartagena Bolívar sube a Bogotá y el gobierno de la Nueva Granada lo asciende a General de División y lo envía a Cundinamarca. En enero de 1815 marcha hacia Cartagena y busca apoyo para invadir a Venezuela. Le niegan el apoyo. No tiene nada que buscar en Nueva Granada y se va a Jamaica. Llega a Kingston el 14 de mayo de 1815.
Jamaica y Haití (1815-1816)
Mientras Bolívar está en Jamaica, a donde permanecerá entre mediados de mayo y diciembre de 1815, en Venezuela se desarrolla una nueva etapa bélica, ante el ejército que ha traído Pablo Morillo y recalado en Carúpano el 3 de abril con 12.254 soldados. Recordemos que Fernando VII ha vuelto a colocar la corona de España en su cabeza el 14 de marzo de 1814, y se ha negado a aceptar la Constitución liberal de Cádiz de 1812, y ha vuelto por sus fueros absolutistas.
Será en Jamaica donde Bolívar escriba y envíe a su destinatario la célebre “Contestación de un americano meridional a un caballero de esta isla”, el 6 de septiembre de 1815. La circunstancia y el texto merecen una aclaratoria.
Henry Cullen le envía a Bolívar una misiva el 29 de agosto, a través de un conocido común, apellidado MacComb, y el caraqueño responde el 6, privadamente.
Se hizo pública la respuesta en inglés, en 1818, en la Jamaican Quaterly and Literary Gazette. La carta fue escrita en español, pero traducida al inglés por alguien que ignoramos quién fue, para que pudiera ser comprendida por Cullen. El lector se preguntará: ¿Dónde está la carta en español? Hasta la fecha, no se ha conseguido, de modo que las versiones de la Carta de Jamaica son traducciones de la publicada en inglés. Fue impresa en español por primera vez en 1833, en el Tomo XII de la Colección de documentos relativos a la vida pública del Libertador, editada por Francisco Javier Yánes y Cristóbal Mendoza. ¿Quién la tradujo para esta publicación? Lo ignoramos. De hecho, en años recientes traductores insatisfechos con esta versión la han vertido al español desde la versión inglesa jamaiquina.
Simón Bolívar Palacios: “El hombre de las dificultades” (I Parte)
“El leitmotiv de Bolívar: La denostación del Federalismo y de los partidos; las loas al Centralismo, a la unidad de mando en un solo hombre y a la unión”
En suma, comenzó a divulgarse en español en 1833, cuando Bolívar descansaba en paz desde tres años antes y la guerra en Venezuela había concluido en 1823, con la Batalla Naval del Lago de Maracaibo y la expulsión de los realistas de Puerto Cabello, el mismo año. Juzgo importante aclarar esto porque pareciera que la Carta fue un manifiesto que sirvió de manual interpretativo a los patriotas y, en verdad, ni siquiera la conocieron durante el fragor de sus batallas, sino cuando en Venezuela gobernaba el general Páez, electo con base en la Constitución de 1830.
No obstante lo dicho, suele señalarse que los tres grandes textos de Bolívar son el Manifiesto de Cartagena, el Discurso ante el Congreso de Angostura y la Carta de Jamaica, con la advertencia de que los dos primeros sí se conocieron en su momento de ocurrencia y la misiva no. Sin embargo, esta es de radical importancia para delinear su pensamiento. No faltan quienes la consideran su escrito más significativo. A nosotros, igualmente, nos parece que lo es, en razón de su intento sociológico de delinear un mapa hispanoamericano. Sin demeritar el Discurso en Angostura, que es de suma importancia, como veremos luego.
Recordemos que en los tres textos se insiste en el leitmotiv de Bolívar: La denostación del Federalismo y de los partidos; las loas al Centralismo, a la unidad de mando en un solo hombre y a la unión. Es decir, la necesidad de un hombre fuerte y unánime que pusiera orden, tarea para la que se sentía, obviamente, llamado.
Después de referirle a Mister Cullen su versión sobre el estado del Río de la Plata, Perú, Nueva Granada (“el corazón de la América”); Venezuela, Nueva España, Puerto Rico y Cuba, se queja del poco apoyo europeo a las pretensiones de los patriotas americanos y luego entra en definiciones: “Nosotros somos un pequeño género humano; poseemos un mundo aparte, cercado por dilatados mares; nuevos en casi todas las artes y ciencias, aunque en cierto modo viejos en los usos de la sociedad civil…no somos indios, ni europeos, sino una especie media entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles; en suma, siendo nosotros americanos por nacimiento, y nuestros derechos los de Europa, tenemos que disputar éstos a los del país, y mantenernos en él contra la invasión de los invasores; así nos hallamos en el caso más extraordinario y complicado” (Bolívar, 2010: 54).
¿Quiénes somos “nosotros”? Los criollos, sin la menor duda. El estamento que adelanta y concluye la independencia, en función de sus legítimos intereses. No está hablando en nombre de los indígenas, ni de los pardos, ni de los esclavos, es la voz del estamento al que pertenece y al que juzga en el “caso más extraordinario y complicado”. De Bolívar haber tenido conciencia de que el texto estaba dirigido a todos y no exclusivamente a Cullen, como ocurrió por vericuetos de la providencia, probablemente no habría tomado este camino confesional. Basta leer cualquiera de sus proclamas para advertir lo que digo. En otras palabras, esta sinceridad fue licenciada por el género epistolar, y su confesionalidad es la que hace de la Carta un texto de tanta importancia histórica, donde El Libertador se presenta desnudo, sin los ropajes de la retórica.
En cuanto a su permanente denostación del Federalismo, aquí se expresa al margen del discurso público, pero con igual o mayor contundencia, como ocurre en el Manifiesto de Cartagena y en Angostura. Afirma claramente: “En tanto que nuestros compatriotas no adquieran los talentos y las virtudes políticas que distinguen a nuestros hermanos del Norte, los sistemas enteramente populares, lejos de sernos favorables, temo mucho que vengan a ser nuestra ruina” (Bolívar, 2010: 61).
Al final, invoca el auspicio de “una nación liberal que nos preste protección”, refiriéndose a Gran Bretaña, naturalmente, como en alguna medida ocurrió, cuando el imperio británico no se opuso al viaje de los batallones de ingleses, galeses e irlandeses, en número nada despreciable y gracias al trabajo en Londres de Luis López Méndez. Por supuesto, Bolívar estaba pensando en algo más estable y de mayores consecuencias que la ayuda bélica, que fue determinante en su momento para la victoria patriótica, aunque un sector mayoritario de la historiografía no suele reconocerla en su justa dimensión.
Por último, no podemos pasar por alto que en el momento de escoger el sistema político ideal, Bolívar alcanza a señalar cuáles no lo son: El sistema federal y la monarquía mixta de aristocracia y democracia. La nación soñada por El Libertador imitaría al gobierno inglés, pero sin rey, sino con un “poder ejecutivo electivo, cuando más vitalicio”; un senado hereditario y un gobierno central. Como vemos, mutatis mutandis, eso será lo que establezca en la Constitución de Bolivia en 1826, y estamos en 1815. En este sentido, los cambios en el pensamiento político de Bolívar serán muy pocos entre 1812 y el momento de su muerte, cuando continúa atribuyéndole al faccionalismo la causa de las desgracias de la República y, habría que añadir, de las suyas. Hasta aquí la Carta de Jamaica; no huelga señalar que Bolívar escribía muy bien, con donosura y precisión, pero eso es harina de otro costal.
Te invitamos a escuchar el pódcast dedicado al Libertador, Simón Bolívar Palacios: “El hombre de las dificultades” (Audios I,II y III). Análisis desarrollado y narrado por el Escritor y Profesor Titular Unimet Rafael Arráiz Lucca, individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Abogado, Magister y Doctor en Historia (UCAB). Audio cortesía de la serie “Venezolanos” (Unión Radio Cultural 90.3 FM) y Anchor.FM:
II Parte
Hemos dejado a Bolívar en Jamaica en septiembre de 1815. Allí estará hasta el 18 de diciembre, cuando se traslada a Haití. Antes, el 10 de diciembre se salva de un atentado que se resume fácilmente: Bolívar se alojaba en Jamaica en una posada con el general Pedro Briceño Méndez y sus edecanes Rafael Páez y Ramón Chipia, cuando unos españoles contrataron (se sospecha que por órdenes de Salvador de Moxó, desde Caracas) al Negro Pío, quien formaba parte de la servidumbre de los Bolívar desde niño, para que lo matara. Eso creyó hacer Pío cuando apuñaló a José Félix Amestoy (comisario del Libertador) que pernoctaba en la hamaca de Bolívar, mientras esperaba su regreso, pero este había salido a buscar otra posada y la había hallado, sin advertírselo a los suyos, y por ello había pasado la noche en el nuevo albergue. Esta confusión lo salvó. El desdichado Amestoy murió y al negro Pío lo apresaron y lo ahorcaron en Kingston pocos días después.
Ya Bolívar en Haití comienza a soñar con invadir a Venezuela, sobre la base de lo que le ha informado el capitán Luis Brión, quien cuenta con armamento suficiente para la operación. Además, el presidente Alexandre Pétion, con quien se reúne en enero, le ofrece apoyo. Así se va organizando la expedición que zarpa el 31 de marzo de 1816, con la mayoría de los venezolanos y neogranadinos exiliados en Haití. El número varía de versión en versión, pero la cifra gira alrededor de los 200. La mayoría venezolanos, alrededor de 30 neogranadinos, 20 franceses, 20 haitianos y algunos de otras nacionalidades. La pretensión es temeraria, ya que las fuerzas realistas en Venezuela son muy superiores a este contingente reducido y conformado, en su mayoría, por oficiales sin tropa. El fracaso estaba cantado, pero veamos los hechos.
La expedición de los cayos (1816), otro fracaso
De la expedición forman parte los generales Santiago Mariño, Manuel Carlos Piar y Gregor MacGregor. A José Francisco Bermúdez el propio Bolívar le impide embarcarse, en razón de las crecientes diferencias que prosperaban entre ambos. Carlos Soublette, José Antonio Anzoátegui, Bartolomé Salom, Ambrosio Plaza, Pedro Briceño Méndez, el general franco-prusiano Ducoudray Holstein, quien provenía del sitio de Cartagena y, por supuesto, el curazoleño animador de la aventura: Luis Brión. Siete goletas se hacen a la mar, después de que Bolívar en consejo tuvo que imponer, otra vez, su primacía. Antes de recalar en Juan Griego, el 3 de mayo de 1816, libran un breve combate naval frente a los islotes de Los Frailes del que salen bien librados.
“El 27 de agosto de 1828 Bolívar sustituye la Constitución de Cúcuta de 1821 por un Decreto Orgánico firmado por sí mismo que consagró la dictadura”
En Margarita estuvo la expedición hasta el 31 de mayo cuando zarpan con destino a Carúpano. Desde allí Mariño es enviado a tomar Güiria; Piar es destinado a Maturín, y Bolívar envía mensajes a Monagas, Zaraza, Cedeño y Rojas, notificándoles su llegada. Antes, en Margarita, ha sido reconocido como Jefe Supremo el 7 de mayo, de modo que su autoridad está, ratificada, una vez más.
El 1o de julio decide moverse hacia Ocumare de la Costa, allá llega el 6 del mismo mes. Envía a Soublette a tomar los valles de Aragua y este es avistado por las tropas de Morales. Bolívar recibe información en Ocumare y advierte la precariedad de su situación y, ante la posibilidad de perder la vida, se embarca a toda prisa hacia Bonaire, el 15 de julio. Allí se reúne con Brión y deciden intentar de nuevo el desembarco, y al acercarse a Choroní advierten que el puerto está ocupado y recalan al lado, en Chuao, pero no hay nadie. Alzan velas y se van a Güiria.
En Güiria, Bolívar es culpado del fracaso por Mariño y es expulsado de Oriente. Recoge sus pasos y navega hacia Haití. Allá recala, abrumado por un nuevo fracaso, en agosto. Antes de zarpar de Güiria, Bermúdez que había llegado por su cuenta, muy dolido porque Bolívar lo expulsó de la expedición en Haití, y ya unido a Mariño, casi da cuenta de la vida del Libertador, cuando le lanzó un sablazo que le rozó sin daño. Por supuesto, una junta reunida ante la expulsión de Bolívar nombró a Mariño Jefe Supremo y a Bermúdez su segundo. Nueva vuelta de tuerca de las rivalidades en el mando patriota y nueva humillación para Bolívar. Llega a Haití el 4 de septiembre y le explica a Pétion el nuevo fracaso.
En Venezuela, entretanto, una junta de patriotas ha decidido llamar a Bolívar para que asuma la conducción del proceso, ante la diatriba permanente entre ellos sobre la primacía del mando, quizás entusiasmados por la seguidilla de victorias. En octubre viaja a Haití el neogranadino Francisco Antonio Zea a pedirle a Bolívar que regrese al teatro de operaciones. El 28 de diciembre de 1816 lo tenemos de vuelta en Margarita. No deja de ser muy extraña el giro que se ha dado: entre quienes piden que vuelva están quienes lo expulsaron, lo que hace evidente la necesidad de un liderazgo preeminente.
Vuelta a Venezuela: Tanteos y preparación (1817-1818)
Para el momento en que Bolívar regresa, la situación en Oriente ha mejorado para los patriotas, así como el avance de Piar sobre Guayana es persistente y clave para el futuro. Ante las noticias que recibe Morillo en Bogotá del avance patriota, decide regresar a la Capitanía General de Venezuela. Vamos hacia un año crucial, de definiciones: 1817.
A su vez, Bolívar y Mariño se juntan en Barcelona y van a enfrentar sucesivas contiendas entre febrero y marzo, hasta que Bolívar decide bajar a Guayana, buscando otros derroteros. En abril, Mariño pierde Barcelona y desconoce a Bolívar, una vez más. Este, decide seguir hacia Guayana y asegurar una plaza. Le siguen Bermúdez, Zaraza, Arismendi, Soublette y Santander, entre otros. Mariño sigue en abril hacia Cariaco. Entretanto, Piar consolida posiciones en el Caroní.
La Batalla de San Félix el 11 de abril de 1817 ganada por Piar fue un punto de inflexión importante para los patriotas, ya que les dio la llave de una vasta región con comunicación fluvial hacia el mundo, y la consolidación de un ejército de mayores proporciones, pero quien establecerá este bastión no será, como veremos, el ganador de la batalla, sino otro.
Piar sitia a Angostura a partir del 25 de abril, y Bolívar llega con su tropa el 2 de mayo a respaldarlo. Piar lo reconoce como Jefe Supremo, a instancias del primero, y le entrega su ejército, bastante más grande que los 200 soldados que acompañaban a Bolívar. Este hace cambios que no le gustaron a Piar, comprensiblemente. Designa a Bermúdez y Cedeño para que dirijan el sitio de la ciudad y a Piar lo envía a Guayana la Vieja. El sitio concluye con el abandono de Miguel de la Torre el 19 de julio, cuando entra Bolívar y toma la ciudad. En cambio, Piar ha pedido que le admitan separarse del ejército el 30 de junio: es obvio que está resentido, y también lo es que no le faltan motivos para ello. Se le permite separarse y Bolívar le da dos alternativas: se queda tranquilo en el país o se le da un pasaporte para que se vaya. Escoge quedarse.
Entre la Batalla de San Félix y el sitio de Angostura ocurre el Congreso de Cariaco, el 8 de mayo de 1817. Un evento, por cierto, de mayor importancia que la atribuida por la hagiografía bolivariana. Veamos los hechos: Está de vuelta en Venezuela, después de tres años de cárcel en Cádiz (liberado junto con Roscio, Isnardy, Ayala, Paz del Castillo y otros, en 1815), el presbítero chileno José Cortés de Madariaga, personaje central de los hechos del 19 de abril de 1810, en el famoso balcón. El canónigo le propone a Mariño regresar al esquema federal de la Constitución de 1811 y a este le parece bien, ya que era más proclive a cualquier forma constitucional que mejorara su situación en desmedro de la de Bolívar.
Deciden, entonces, organizar el Congreso (entre el 8 y el 9 de mayo de 1817) y nombrar autoridades sobre la base de las instituciones de cinco años antes. Se forma un triunvirato integrado por Fernando Rodríguez del Toro, Francisco Javier Mayz y Simón Bolívar (sin consultarle, obviamente). Mariño es designado Jefe Supremo del Ejército y Luis Brión de la Armada. En la asamblea estaban presentes Francisco Antonio Zea; Diego Bautista Urbaneja; Luis Brión; Manuel Isava; Diego Vallenilla; Francisco Xavier; Diego Alcalá; Manuel Maneiro; Francisco de Paula Navas y, por supuesto, José Cortés de Madariaga.
Bolívar en cuanto se enteró de la ocurrencia del Congreso y del proyecto federal, lo desechó rotundamente con su silencio. Como era de esperarse y, en lo sucesivo, ya apuntalado el caraqueño en Guayana, dominando un vasto territorio y con el apoyo de una mayoría que no siguió a Mariño en la aventura, el Congreso de Cariaco y sus decisiones fueron quedando en el olvido, en letra muerta.
En carta fechada el 6 de agosto de 1817 y desde Angostura, Bolívar se dirige a Martín Tovar Ponte, su viejo amigo, y le dice que por fin se cuenta con “Guayana libre e independiente” y le relaciona lo que esto significa para el futuro de sus proyectos in pectore. En cuanto a Cariaco, afirma: “El canónigo restableció el gobierno que tu deseas y ha durado tanto como casabe en caldo caliente. Nadie lo ha atacado y él se ha disuelto por sí mismo. En Margarita lo desobedecieron; en Carúpano lo quisieron prender; a bordo lo quisieron poner en un cañón, se entiende para llevar azotes; aquí ha llegado y aun no se le ha visto la cara porque sus individuos se dispersaron, no de miedo sino de vergüenza de que los muchachos lo silbasen. Yo he usado la moderación de no haber escrito ni una sola palabra, ni de haber dicho nada contra el tal gobierno federal y, sin embargo, no ha podido sostenerse contra todo el influjo de la opinión. Aquí no manda el que quiere sino el que puede” (Bolívar, 1950: 254).
Como era de esperarse, Bolívar desaprobaba con su silencio el proyecto federal de Cortés y Mariño, pero con ello no pasaba por alto que su mando no era unánime. Una vez más Mariño se lo hacía saber; ahora el presbítero también. Si en 1812 al Federalismo lo atajó un contradictor tenaz, ahora el mismo seguía en su negación. Curiosamente, se ha dicho que el Centralismo de Bolívar era netamente caraqueño, mientras el Federalismo de los otros era provinciano, pero si bien puede haber algo de cierto en esto, vemos como Tovar, más caraqueño y mantuano imposible, se inclinaba por el Federalismo. Tampoco podemos dejar de señalar que la dicotomía centralismo-federalismo sigue vigente, lamentablemente. No hay manera de que a un espíritu autoritario le convenza el Federalismo o cualquier forma de descentralización del poder. Eso está muy claro, también lo está que una guerra es más probable ganarla con unidad de mando que con dispersión; es más probable el triunfo si la estrategia se centraliza y se coordina.
Por otra parte, Piar no participó en el Congreso de Cariaco, que Bolívar en su silencio ha podido considerar una insurrección. Sin embargo, Mariño no fue juzgado y pasado por las armas, como veremos que sí lo fue Piar. ¿Por qué? Todo indica que para Bolívar era imposible sancionar severamente a un grupo tan significativo de patriotas reunidos en Cariaco, mientras acusar a Piar de insurrección y condenarlo suponía una sola persona y la posibilidad definitiva de hacerle saber a los patriotas donde residía el mando supremo y de lo que era capaz de hacer para imponer su autoridad.
Recordemos que a Piar le ha sido autorizada su salida del ejército a finales de junio y, según sus acusadores, se encuentra soliviantando a la gente con base en la lucha étnica entre los pardos y los blancos criollos. Recordemos también que la hazaña de San Félix, que abrió el paso de Guayana, es de él, y que el propio Piar se vio compelido a entregarle su ejército de casi 3.000 hombres a Bolívar, que llegaba con apenas 200. Ya hemos dicho que sí lo dominaba el rencor había motivos para ello, no era un capricho, pero con su actitud le brindó a Bolívar una oportunidad de oro para un castigo ejemplarizante.
Cobra cuerpo la hipótesis del ejemplo sobre los otros caudillos, la necesidad de unificar el mando en torno a él y, eso sí, la cuerda reventó por el que probablemente Bolívar consideraba el más temible rival: Piar; de lo contrario no se entiende la inquina con que lo condena en Proclama del 17 de octubre de 1817, al día siguiente de su fusilamiento. Dice: “Ayer ha sido un día de dolor para mi corazón. El general Piar fue ejecutado por sus crímenes de lesa patria, conspiración y deserción. Un tribunal justo y legal ha pronunciado la sentencia contra aquel desgraciado ciudadano, que embriagado con los valores de la fortuna y por saciar su ambición, pretendió sepultar la patria entre sus ruinas. El general Piar, a la verdad, había hecho servicios importantes a la república, y aunque el curso de su conducta había sido siempre la de un faccioso, sus servicios fueron pródigamente recompensados por el gobierno de Venezuela…pero este general, que solo aspiraba al mando supremo, formó el designio más atroz que puede concebir un alma perversa. No sólo la guerra civil, sino la anarquía y el sacrificio más inhumano de sus propios compañeros y hermanos se había propuesto Piar… El cielo ha permitido que un hombre que ofendía la divinidad y al linaje humano no profanase más tiempo la tierra, que no debía sufrirlo un momento después de su nefando crimen…” (Bolívar, 2010: 76).
Es difícil imaginar una condena moral peor que la que le asesta Bolívar a la memoria de Piar, ya muerto. Nótense varios vocablos claves: “Embriagado por los valores de la fortuna y por saciar su ambición”, y otros: “El curso de su conducta había sido siempre la de un faccioso”; otros: “El designio más atroz que puede concebir un alma perversa”. En otras palabras: un ambicioso, perverso y faccioso. Es decir: Lo peor para Bolívar.
En fin, cada lector juzgará por su cuenta, lo cierto es que la preeminencia que adquiere Bolívar después de este fusilamiento es indudable, él mismo se lo dice a Luis Perú de Lacroix en 1828, once años después: “La ejecución del general Piar bastó para destruir la sedición: fue un golpe de estado que desconcertó y aterró a todos los rebeldes, desopinó a Mariño y su Congreso de Cariaco, puso a todos bajo mi obediencia, aseguró mi autoridad, evitó la guerra civil y la esclavitud del país, me permitió pensar y efectuar la expedición de la Nueva Granada y crear después la república de Colombia: nunca ha habido una muerte más útil, más política y, por otra parte, más merecida” (Bolívar, 2010: 250).
Fusilado Manuel Carlos Piar en Angostura, y Bolívar cavilando acerca de las posibilidades de invadir Nueva Granada, se pone en marcha hacia los llanos. Llega al Hato Canafístola el 30 de enero de 1818 y de ello se entera José Antonio Páez, quien se moviliza desde San Juan de Payara a su encuentro. Nunca antes se habían visto. El general Páez en su Autobiografía, escrita y publicada en Nueva York en 1869, da cuenta del encuentro y de la impresión que le causó Bolívar el 30 de enero de 1818. Afirma: “Apenas me vio a lo lejos, montó inmediatamente a caballo para salir a recibirme, y al encontrarnos echamos pie a tierra, y con muestras del mayor contento nos dimos un estrecho abrazo… sus dos principales distintivos consistían en la excesiva movilidad del cuerpo y el brillo de los ojos, que eran negros, vivos, penetrantes e inquietos… Tenía el pelo negro y algo crespo, los pies y las manos tan pequeños como los de una mujer, la voz aguda y penetrante… Formaba contraste, repito, la apariencia exterior de Bolívar, débil de complexión, y acostumbrado desde sus primeros años a los regalos del hogar doméstico, con la de aquellos habitantes de los llanos, robustos atletas que no habían conocido jamás otro linaje de vida que la lucha continua con los elementos y las fieras. Puede decirse que allí se vieron entonces reunidos los dos indispensables elementos para hacer la guerra: la fuerza intelectual que dirige y organiza los planes, y la material que los lleva a cumplido efecto…” (Páez, 1990: 148).
Recordemos que estamos en 1818 y Bolívar aún no ha dado sus batallas principales, ni ha fatigado la geografía andina nerviosamente, ni ha liberado a Nueva Granada, Quito, Perú y el Alto Perú, de modo que la impresión de Páez se ajusta a su momento, cuando el Bolívar guerrero no estaba cerca de culminar su epopeya. Curiosamente, al final de sus vidas, ni de Bolívar se puede decir que fue un intelectual, ni de Páez que fue sólo un guerrero. Páez reconoce la jefatura de Bolívar y le pone a disposición su ejército que, junto con el que sigue al Libertador, alcanza a los 4.500 efectivos. Será la primera vez que Páez batalle bajos las órdenes del mantuano caraqueño.
Bolívar organiza su ejército y desde comienzos de febrero hasta el 16 de marzo de 1818 da movimientos en los alrededores de Calabozo, El Sombrero y Altagracia de Orituco. Los ejércitos, realista y patriota, están como husmeándose, provocándose hasta que el 16 de marzo Bolívar no puede eludir la batalla que le ofrece Morales en las cercanías del río Semen, en La Puerta. Los primeros encontronazos dan victoriosos a los patriotas, pero en pleno desarrollo de la refriega llega Morillo con sus fuerzas y se decide a favor de los realistas. Fue un desastre para Bolívar y su ejército. Si bien Morillo es herido de un lanzazo en la cadera, Bolívar pierde la mayor parte de su infantería y muchos pertrechos. Además, son heridos Urdaneta, Anzoátegui, Valdez y Torres.
Bolívar logra huir hacia Calabozo y luego hacia el Hato San Pablo. Las derrotas no lo arredran: sigue en movimiento. Se desplaza hacia San José de Tiznados y descansa en un hato cercano, “El Rincón de los Toros”, allí sufre un segundo atentado (17 de abril de 1818), antes de encontrarse con las fuerzas de Páez y Cedeño, a quienes vuelve a distribuir sobre el territorio.
Los hechos han sido relatados por el propio Bolívar en el Diario de Bucaramanga a Luis Perú de Lacroix y por el general Páez en su Autobiografía. Ambas versiones coinciden en que los realistas estaban buscando el lugar de descanso de Bolívar en su hamaca, colgada de un árbol, y lo hallaron gracias a la confidencia forzada de alguien que conocía su paradero. Estando Bolívar y Santander dialogando, mientras el primero se calzaba las botas sentado en la hamaca, comenzó una descarga que casi da con la vida de ambos y de Pedro Briceño Méndez y Diego Ibarra, que también estaban allí. Ninguno fue alcanzado por los disparos, favorecidos por la oscuridad de la noche, y lograron escapar a pie, hasta que al amanecer hallaron cabalgadura.
Los realistas estaban dominando los llanos centrales y Bolívar, que no lograba vencerlos, busca refugio en Angostura, adonde llega impetuoso el 5 de junio de 1818. Entre tanto, Mariño y Bermúdez ganan y pierden escaramuzas en Oriente, cada uno por su lado, ya que estaban distanciados, otra vez. Bolívar aboga por una reconciliación y la logra, gracias a las habilidades diplomáticas de Urdaneta. Desde Angostura se propone reconstruir el ejército para los planes que tiene en mente. A su vez, las gestiones que ha encargado a López Méndez en Londres rinden sus frutos y los británicos comienzan a llegar a Margarita.
Bolívar comprende que la dominación del centro del país y la captura de Caracas (su sueño estratégico) son imposibles y se retira a Angostura y allá llega el 5 de junio de 1818, dejando en manos de los realistas el centro del país. Es entonces cuando comienza a operar en tres sentidos: Aglutinar el ejército en torno a su mando supremo; tejer una red institucional civil que legitime lo que hace en el campo de la guerra y se avance en la constitución de una República y, además, dar pasos hacia una salida distinta a la conquista de Caracas: La invasión de Nueva Granada.
Lo primero lo logra aviniendo a Mariño y Bermúdez y alcanzando que el primero reconozca su superioridad, como apuntamos antes. Así, se crea un Estado Mayor del Ejército que los incluye a todos, unificado. Lo segundo, el 22 de octubre hace pública una Proclama donde convoca a un Congreso de Venezuela y, lo tercero, el 26 de agosto parte Santander de Angostura hacia Casanare a formar el Ejército de vanguardia de la futura campaña de conquista de la Nueva Granada. Bolívar lo designa así: “Comandante en Jefe del ejército de vanguardia del Libertador de Nueva Granada, que debía formarse en la provincia de Casanare”.
Santander parte de Angostura en cuatro barcos pequeños que mueven cerca de mil fusiles y alrededor de treinta quintales de pólvora. Bolívar estima que la persona indicada para formar el ejército en Casanare es Santander, que es neogranadino, y que debe entenderse con sus paisanos que dominan Casanare, incluso como pequeña República. Así como Bolívar dominó los demonios desatados de sus generales, Santander logra lo mismo en Casanare y se impone sobre las tres facciones discordantes. La preparación del ejército tomará meses; mientras en Angostura, Bolívar organiza el Congreso.
Los años decisivos (1819-1821), suena la flauta
El 15 de febrero de 1819 se constituye en la ciudad de Angostura, a orillas del Orinoco en su punto más estrecho, el Congreso de la República de Venezuela, allí Bolívar pronuncia el Discurso inaugural y presenta su proyecto de Constitución Nacional. Entonces, afirma: “La continuación de la autoridad en un mismo individuo, frecuentemente ha sido el término de los gobiernos democráticos. Las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares, porque nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano en el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo, de donde se origina la usurpación y la tiranía. Un justo celo es la garantía de la libertad republicana, y nuestros ciudadanos deben temer con sobrada justicia que el mismo magistrado que los ha mandado mucho tiempo, los mande perpetuamente” (Bolívar, 1990: 49-75).
En 1819, Morillo comienza el año buscando a Bolívar y reúne su ejército en el centro del país con la intención de retarlo en los llanos. Páez abandona San Juan de Payara y cruza el Arauca, Morillo también lo cruza y va a su encuentro. Morillo está en Achaguas el 8 de marzo. Bolívar, Anzoátegui y Páez se juntan en Cunaviche el 11 de marzo. El 28, Bolívar y Morillo están con sus ejércitos a cada margen del Arauca.
Páez convence a Bolívar de que lo autorice para cruzar el río con 150 lanceros. Bolívar acepta y Páez pasa el río y avanza a galope hacia el campamento de Morillo. Este dispone a 1.200 hombres que les corten el paso y, cuando Páez los ve venir implementa su plan y retrocede. Se deja perseguir hasta que regresa al grito de “Vuelvan caras” y se lanza sobre el enemigo. Los realistas, desconcertados, son lanceados con furia por los llaneros y, para colmo, en la retirada aparatosa van atropellándose a sí mismos y causándose estragos, hasta que se refugian en los bosques de las inmediaciones. Entre los héroes de la acción, es justicia recordar a los coroneles Cornelio Muñoz y Francisco Aramendi, así como a los tenientes coroneles Francisco Farfán, José Manuel Arráiz, Juan José Rondón, Leonardo Infante, entre otros.
Esta hazaña fue vista por todo el ejército patriota, llevando el prestigio de Páez hasta la cúspide. Bolívar redacta una proclama consagrando a los 150 como héroes en la Batalla de Las Queseras del Medio, el 2 de abril de 1819. Por su parte, Morillo se retira hacia Achaguas, mientras Bolívar lo hace hacia Caujaral. Desde allí le ordena a Urdaneta navegar hasta el Arauca por el Orinoco, con las legiones extranjeras.
Los días previos al comienzo de la marcha hacia Nueva Granada, Bolívar reorganiza su ejército en función de lo que se propone. Soublette continúa como Jefe del Estado Mayor; a Páez se le ordena distraer a Morillo avanzando hacia Cúcuta, pero finalmente no lo hace y permanece dominando sus predios; Anzoátegui es jefe de la retaguardia; Bermúdez, Monagas, Cedeño y Zaraza quedan en Oriente; Torres se ubica en el bajo Apure; Mariño permanece en Angostura; Briceño Méndez sigue al Libertador como secretario. Santander los espera en Casanare.
El ejército que van a enfrentar en Nueva Granada no es poca cosa. El general José María Barreiro cuenta con cerca de 4.000 hombres uniformados, con buenos pertrechos. Bolívar parte hacia Guasdualito con cerca de 2.000 hombres, Santander lo espera con cerca de otros 2.000 efectivos. El 11 de junio entra Bolívar a Tame, donde está Santander. A Bolívar lo sigue un ejército comandado por generales, coroneles y tenientes coroneles. El Jefe del Estado Mayor es el general Carlos Soublette. Al frente de la división de vanguardia está Francisco de Paula Santander, encabeza la retaguardia José Antonio Anzoátegui, y le acompañan: Arturo Sandes; José de la Cruz Carrillo; Ambrosio Plaza; James Rooke (al frente de la Legión Británica); Bartolomé Salom; Juan José Rondón; Leonardo Infante; Hermenegildo Mujica; Julián Mellado y Lucas Carvajal.
De los tres caminos posibles para llegar a Tunja, Bolívar escoge el menos fortificado por los realistas, pero el más arduo de escalar: El Páramo de Pisba, a 3.900 metros de altura. En el Paso de los Andes murieron casi todos los caballos y unos cuantos soldados. El 6 de julio llega Bolívar a Tunja, precedido por Santander. Allí descansan y preparan la marcha. Barreiro, desde su cuartel de Sogamoso, también se prepara para enfrentarlos.
Ambos ejércitos van topándose en breves escaramuzas de reconocimiento y en dos batallas menores en Paya y en Gámeza (11 de julio), que le dieron ánimos al ejército patriota dadas sus victorias. Luego, el 25 de julio, en el Pantano de Vargas, cerca de Paipa, tiene lugar la primera batalla de consideración. El enfrentamiento estaba siendo perdido por los patriotas después de varias horas de combate. La desmoralización entre sus filas iba en ascenso hasta que Bolívar envía a la batalla al coronel guariqueño Juan José Rondón (del Ejército de Apure de José Antonio Páez). Entonces, la historia legendaria recoge un diálogo entre ambos que se ha hecho célebre. Bolívar le dice a Rondón y sus 39 llaneros, seguidos de Carvajal y su batallón: “Coronel Rondón, salve usted la patria”. Y este le responde: “Es que Rondón no ha peleado todavía”. La carga fue tan grande y desconcertante que el ejército realista se dio en retirada y el resultado de la batalla fue favorable a los patriotas. El enfrentamiento, de acuerdo con las cifras mejor documentadas, fue entre 1.800 soldados realistas y 2.400 patriotas.
Como vemos, de nuevo los llaneros deciden el combate, así lo reconoció con gallardía el propio Santander y, por supuesto, Bolívar. El coronel Rooke es herido y el médico de campaña le amputa el brazo, a los tres días fallece el coronel británico. Si el Paso de los Andes por Pisba los había dejado aturdidos, la victoria en Pantano de Vargas cambió la disposición psicológica del ejército. Sí se podía.
El 3 de agosto Bolívar reinicia la marcha rumbo a Bogotá desde Paipa, buscando enfrentar a Barreiro en donde le desafíe, pero este ha decidido ante la precariedad de su situación, dirigirse a Bogotá en busca del Virrey Juan José Sámano y Uribarri. En la implementación de esa decisión está Barreiro, cuando Bolívar avista su ejército y le plantea batalla. Estaba por cruzar el puente sobre el río Teatinos, el 7 de agosto de 1819, cerca de Tunja.
A diferencia de la batalla de Pantano de Vargas, que duró todo un día y dejó cerca de 500 hombres fuera de combate, entre muertos y heridos, la de Boyacá fue breve y con pocas bajas. No obstante, la que se celebra como definitoria es Boyacá y no Vargas. ¿Por qué? Pues debe pesar mucho que los patriotas en Boyacá hicieron 1.600 prisioneros en el campo, que apresaron a Barreiro y, en pocas palabras, desactivaron la línea de defensa realista en su totalidad, al punto que el Virrey Sámano, al enterarse, se aventó de Bogotá a toda velocidad hacia Honda, en el río Magdalena, buscando navegar hasta Cartagena, para salvar el pellejo. En la carrera, por cierto, dejó todo el dinero del Virreinato, circunstancia crucial para el futuro de Bolívar y su epopeya. Entonces, no solo alcanzó la derrota de las fuerzas principales de los realistas en Nueva Granada, sino que se hizo de lo que le faltaba a su gesta: recursos económicos.
Todos entran a Bogotá triunfantes el 10 de agosto de 1819. Santander queda al mando en la capital; Anzoátegui sigue en persecución de Sámano; Soublette viaja a Cúcuta y Bolívar pasa por Pamplona rumbo a Angostura, a comienzos de noviembre de 1819. Antes Santander, ya solo y tomando decisiones en Bogotá, ordena fusilar a Barreiro y a 38 oficiales más en la plaza mayor de la ciudad. ¿Una exageración? En todo caso dio de baja al alto mando realista y mandó una señal inequívoca: la guerra era a muerte.
Estando en Pamplona el general de división Anzoátegui, de treinta años, muere de manera súbita el 15 de noviembre de 1819. Después de cenar le dio una fiebre muy alta y falleció. La hipótesis de haber sido envenenado no ha sido comprobada, pero no es descabellada, dada la circunstancia súbita de su muerte. El médico que lo vio, Thomas Fooley, dejó escrito que se trató de una “fiebre mortal”. Bolívar perdía a uno de sus mejores hombres.
Mientras en Nueva Granada han ocurrido estos hechos, en Angostura Arismendi protagoniza un arrebato de aspiración que es sofocado por la llegada de Bolívar triunfante de Nueva Granada. Una vez más, se intenta despojar a Bolívar del mando supremo. Esta vez el amago es de Arismendi, pero la aureola de triunfador se ha posado sobre la cabeza de Bolívar y Arismendi se repliega. Por su parte, Urdaneta y los ingleses que han llegado a Margarita ocupan Barcelona y el Morro, controlando esa parte del Oriente del país.
Después de las victorias en Nueva Granada en agosto, toma cuerpo en la mente del Libertador la idea de crear una sola República, y así lo plantea ante el Congreso reunido en Angostura el 11 de diciembre. Esta asamblea, seducida por la proposición bolivariana, dicta la Ley Fundamental de la República de Colombia, el 17 de diciembre de 1819, creándose así una sola República de Colombia con los departamentos de Venezuela, Quito y Cundinamarca, cuyas capitales serán Caracas, Quito y Bogotá, cuando el general Sucre venza en Pichincha, en 1822. La Ley Fundamental ordena la reunión de un Congreso en Cúcuta en enero de 1821. A este Congreso se le encarga la redacción de la Constitución Nacional de Colombia, señalándole el camino la ya promulgada Constitución Nacional de la República de Venezuela en Angostura, el 15 de agosto de 1819.
A partir de este año de 1819 la situación va a cambiar muy favorablemente para los patriotas por varias circunstancias. Se contaba con los recursos abandonados por Sámano y con una Nueva Granada que no se había empobrecido por la crudeza de la guerra, como si ocurría en Venezuela. Al dejar a Santander en Bogotá, apertrechado, se sostenía un bastión inexpugnable desde donde Bolívar podía partir a batallar en otras latitudes.
“Veía en la existencia de partidos: la negación de la unión y, en cualquier negativa a seguir sus proyectos: una expresión de traición. Si Bolívar era terco, la realidad también lo era”
En enero de 1820, Bolívar regresa a Bogotá procedente de Angostura. Los encuentros bélicos continúan en Popayán, en la región andina venezolana, así como en las costas orientales del país. Cumaná en manos realistas, Margarita en poder de los patriotas. De allí, precisamente, saldrán Brión y Mariano Montilla con los irlandeses rumbo a Santa Marta. Será en mayo cuando Montilla logre vencer a los realistas; en junio hará lo mismo Valdez en Popayán; Jacinto Lara en Chiriguaná y José María Córdova en Mompox. Luego, Hermógenes Maza y Córdova toman Tenerife y Barrancas, a orillas del río Magdalena. En noviembre de 1820, Brión, José Prudencio Padilla y José María Carreño logran desalojar a las tropas realistas de Santa Marta. Solo quedaba en manos realistas en la costa caribeña occidental, Cartagena.
Mientras estos hechos bélicos tienen lugar, en España ha ocurrido otro de naturaleza constitucional que será de la mayor importancia, crucial para el futuro de la guerra en América. Desde hace por los menos dos años la Corona española reunía un ejército en Cádiz para enviarlo a Venezuela como refuerzo a las diezmadas tropas del general Morillo. Por supuesto, las tropas no tenían ningún deseo de embarcarse, ya que conocían el cúmulo de calamidades que pasaban las enviadas con Morillo en 1815, de modo que estaban alertas a cualquier posibilidad de abortar el viaje. Y eso fue lo que ocurrió, cuando el comandante Rafael del Riego el 1o de enero de 1820 proclamó la Constitución de Cádiz de 1812, que abogaba por el reconocimiento paritario de las provincias americanas y, en consecuencia, hacía innecesaria la expedición armada que se estaba formando.
Fernando VII envió tropas al mando de generales para aplastar la rebelión, pero los generales y sus tropas se sumaron a ella (así como otras provincias seducidas por el alzamiento), con lo que al Rey no le quedó otro camino que proclamar la Constitución de Cádiz, de naturaleza liberal, el 7 de marzo de 1820. Ya en junio se estaban reuniendo las cortes después de ser electas. El liberalismo le había torcido el brazo al absolutismo. Pésimas noticias para Morillo, quien esperaba ansioso la llegada de refuerzos, ya que sabía que sin ellos sus posibilidades de triunfar eran ínfimas. En carta de este al ministro de la Guerra en España, fechada en septiembre de 1819, después de Pantano de Vargas y Boyacá, solicitaba 8.000 efectivos para poder continuar la guerra. Luego, en carta de febrero de 1820, solicita 12.000, siempre advirtiendo que si no recibe refuerzos la contienda está perdida. Como sabemos, nunca los recibió.
Por lo contrario, recibió instrucciones en junio de 1820 de suspender la guerra y buscar un armisticio, lo que evidentemente fue el principio del fin para la Corona española en América. Estas instrucciones estaban en concordancia con la proclama de Fernando VII a los americanos, donde los instaba a “deponer las armas y a extinguirse la bárbara guerra” y a integrarse a las cortes constitucionales.
Era evidente que el Rey no comprendía la situación, por más que el propio Morillo la advirtió en carta fechada el 28 de julio de 1820 en Valencia. Dice Morillo: “Ellos no quieren ser españoles, así lo han dicho altamente desde que proclamaron la independencia, así lo han sostenido sin desmentir jamás su opinión en ninguna circunstancia ni vicisitud de la península, esto repiten ahora sin dejar las armas de la mano, lo repetirán siempre sea cual fuere nuestra conducta y nuestro gobierno, la absoluta independencia o la guerra es el solo arbitrio que nos dejan a escoger” (Quintero Saravia, 2005:426).
A finales de junio de 1820 Morillo envía comunicaciones al Congreso reunido en Angostura y al propio Bolívar “proponiendo una suspensión de hostilidades hasta lograr realizar la reconciliación”. Morillo designa a Ramón Correa, Juan Rodríguez del Toro y Francisco González de Linares como negociadores, mientras Bolívar designa a Antonio José de Sucre, Pedro Briceño Méndez y José Gabriel Pérez.
Finalmente, en el pueblo de Santa Ana (Trujillo) el 25 de noviembre de 1820 se firma el Armisticio y, el Tratado de Regularización de la Guerra, al día siguiente. Morillo sabía que la guerra se había perdido, que los realistas que quedaban, junto con los criollos que integraban sus tropas, estaban condenados al fracaso sin los refuerzos que no llegarían nunca.
El cese de hostilidades se convino por seis meses y en el encabezado del Tratado se estampaba la derrota española. Allí se lee: “y su Excelencia el Presidente de Colombia, Simón Bolívar, como Jefe de la República”. Se reconocía la existencia de una República, cosa que no se había hecho antes, y al Presidente de la misma se le trataba de “Excelencia”. España reconocía su derrota. No obstante, se necesitaron cuatro años más de batallas en Suramérica para que la derrota fuese completa.
Morillo recogió sus papeles y le entregó el mando a Miguel de la Torre. Zarpó el 17 de diciembre de 1820 hacia España. Falleció en Francia en 1837; muchos años después de su aventura de casi seis años en América. Por otra parte, la experiencia liberal en España duró hasta abril de 1823, cuando Luis XVIII envió tropas para restaurar el poder absoluto de Fernando VII. Entonces, Riego fue ejecutado, los liberales perseguidos y el despotismo entronizado de nuevo, pero la perdida de América ya no tuvo remedio.
Es evidente que la estocada final de los realistas la dio la rebelión de Riego en España en enero de 1820, ya que dejó sin efecto la única salida promisoria que tenían en América: La llegada de refuerzos. No obstante, la mención que suelen hacer los panegiristas bolivarianos de este hecho es tímida, velada o premeditadamente reducida. Obviamente, el hecho no abona gloria a los patriotas, pero es insoslayable desde una perspectiva honesta del estudio de los hechos históricos. Después del Armisticio de Trujillo en noviembre de 1820, la derrota realista era cuestión de tiempo, ya que batallaban por supervivencia y sin esperanzas de recibir respaldo, fundamentados en el honor y sin alternativa. ¿Qué podían hacer?, ¿rendirse?
Bolívar en enero de 1821 está en Bogotá, decidido a coordinar asuntos administrativos con el vicepresidente Santander y consolidando su ejército para el momento del cese de hostilidades, en seis meses. Sin embargo, los hechos se precipitan por una decisión de Urdaneta de tomar Maracaibo el 8 de marzo de 1821, acudiendo al llamado de su población que se suma al proyecto republicano. Por su parte, de la Torre advierte que se ha violado el Armisticio. Bolívar regresa a Venezuela y el 28 de abril rompe formalmente el Armisticio y prepara la batalla final que, como sabemos, no fue tal.
Bolívar le ordena a Páez avanzar desde Apure hacia el centro; Ambrosio Plaza ocupa Barinas, antes de movilizarse también hacia el centro. Bermúdez inicia su famosa diversión. Es decir, marcha hacia Caracas de manera tal de ocupar a parte del ejército realista en defenderla, mientras los ejércitos patriotas avanzan hacia Carabobo. Urdaneta toma Barquisimeto y avanza hacia San Carlos. Bolívar busca que los realistas se concentren en Carabobo. Finalmente, ambos ejércitos están listos para la Batalla de Carabobo al amanecer del 24 de junio de 1821. No es necesario describir la batalla.
En el Estado Mayor General, además de Bolívar, están Briceño Méndez, Mariño y Salom. Los edecanes del Libertador están presentes: Ibarra y O’Leary, entre muchos otros. El ejército consta de tres Divisiones. La primera con Páez al frente, la segunda con Cedeño, la tercera con Plaza. Los batallones y brigadas están al mando de Ferriar; Conde; Rangel; de las Heras; Flegel; Gravete; Manrique; Sandes; Vélez; Uslar y Arguíndegui. Murieron en combate: Cedeño; Plaza; Camejo; Bruno; Olivera; Arias; Ferriar, Scott; Mellao y Valero. Heridos de gravedad: Arráiz, Abreu e Lima, Martín, entre otros.
Al frente del ejército realista está de la Torre, con Morales y Montenegro Colón. La mayoría de sus soldados son venezolanos. De los que llegaron en 1815 con Morillo, quedan pocos. Suman 5.000 hombres, mientras el ejército patriota más, aunque las cifras varían de autor en autor, el número está cerca de los 7.000 efectivos. La victoria patriota fue completa, los restos del ejército realista se retiran a Puerto Cabello y son perseguidos por Rangel. Allí se refugian. El golpe para los realistas ha sido fatal; no obstante, después de esta batalla tienen lugar cerca de 60 enfrentamientos bélicos menores, hasta la última Batalla en el Lago de Maracaibo, el 25 de julio de 1823.
El 29 de junio de 1821 Bolívar entra a Caracas en medio de una apoteosis. Desde 1814 no estaba en su ciudad natal. Está todo julio en la capital del Departamento de Venezuela y se embarca en La Guaira hacia Maracaibo, adonde llega a finales de agosto. Volverá a Caracas en 1827. A mediados de septiembre parte hacia la capital de la República de Colombia, donde ejerce la Presidencia de la República. Allí estará todo el resto del año preparando la campaña del Sur.
Ecuador, Perú y Bolivia (1822-1826)
En enero de 1822 Bolívar está en Popayán e inicia la campaña del Sur con el objeto de derrotar a las fuerzas realistas que dominan el sur de Colombia, el futuro Ecuador y Perú. Sucre se adelanta a Bolívar en su camino hacia Quito, mientras al Libertador se le presenta la no buscada batalla de Bomboná, cerca de Pasto, la más realista de las ciudades neogranadinas. El 7 de abril tiene lugar la batalla de dos ejércitos con cerca de 2.000 hombres cada uno. La pérdida es casi igual para ambos, de modo tal que, si bien es cierto que la retirada la dan los realistas al mando de Basilio García, los daños sufridos por los patriotas no fueron pocos, al punto que Bolívar se ve en la necesidad de detener la marcha y no participa en la Batalla de Pichincha, el 24 de mayo de 1822, cuando el general Sucre se cubre de gloria.
Bolívar sale de Pasto rumbo a Quito, a donde llega el 16 de junio y le espera una apoteosis y conoce a quien será el amor de su vida: la señora Manuela Sáenz Aizpuru. La esposa del médico inglés James Thorne, a quien abandonó para acompañar a Bolívar en sus años por venir. El epistolario entre ambos es abundante. El 6 de octubre de 1826 desde La Magdalena: “Tú quieres verme, siquiera con los ojos. Yo también quiero verte, y reverte y tocarte y sentirte y saborearte y unirte a mí por todos los contactos” (Mondolfi Gudat, 1999: 28).
Ya un Bolívar enamorado viaja a Guayaquil a la famosa entrevista con José de San Martín, el 25 y 26 de julio de 1822. Jamás sabremos lo que hablaron a solas ambos Libertadores, pero el resultado fue que San Martín se retiró y le dejó a Bolívar el campo dispuesto para la culminación de su epopeya. Sobre esta entrevista apunta John Lynch en su biografía de San Martín: “La campaña requería el apoyo militar de Bolívar y él lo solicitó; Bolívar no le proporcionó las fuerzas que necesitaba; él se ofreció a servir a órdenes de Bolívar ‘con todas las fuerzas de que yo disponía’; cuando ese ofrecimiento fue ignorado, le resultó obvio que en Perú no había espacio para dos libertadores y, en consecuencia, decidió marcharse” (Lynch, 2009: 318). En suma, San Martín se retira ante la negativa de Bolívar de apoyar su campaña. Es evidente que Bolívar prefiere culminarla solo.
De Perú solicitan su presencia para derrotar a los realistas (una vez que se ha ausentado San Martín) y Bolívar se moviliza del Departamento de Quito, donde ha estado varios meses, hacia Lima, por vía marítima. Llega a El Callao el 1o de septiembre de 1823. Hacia finales de año y en enero de 1824 enferma en Pativilca y le prescriben reposo durante un mes. En febrero el Congreso de Perú lo designa Dictador y pone en marcha la estrategia para la futura Batalla de Junín, cerca de Jauja. Esta ocurre el 6 de agosto de 1824 y fue la última en la que Bolívar estuvo presente, dirigiéndola.
El ejército patriota cuenta con algo más de 8.000 efectivos, mientras el realista está disperso, y en el campo de Junín no pasa de 5.000 hombres, al frente está José de Canterac. El saldo es favorable a los patriotas después de una hora de combate, cuando Canterac se retira hacia Huancayo a reunirse con el Virrey José de la Serna e Hinojosa, a darle descanso a las tropas y a preparase para otra confrontación. Bolívar, por su parte, se reúne con Sucre en Sanaica y le entrega el mando del ejército y se retira a Lima, a preparar el Congreso Anfictiónico de Panamá.
El Virrey de la Serna y Canterac al mando de un ejército de más de 9.000 hombres buscan el enfrentamiento con Sucre, que cuenta con cerca de 6.000 efectivos. Los movimientos y preparaciones se prolongan desde agosto hasta diciembre, hasta el día de la Batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824, fecha en la que tuvo lugar la última batalla de importancia entre los patriotas y los realistas en América. Ha terminado la guerra.
Después de la victoria de Ayacucho, Bolívar le ordena a Sucre seguir hacia el Alto Perú: Región aislada con características propias de tal significación que resultó lógico la creación de una República. Además, la jurisdicción de la zona la ejercían tanto Argentina como Perú, sin que se avizorara una solución negociada.
Por su parte, Bolívar va a pasar el año de 1825 recorriendo Perú. En abril está en Arequipa; en junio en Cusco; en agosto en Puno y La Paz; el 5 de octubre entra a Potosí y el 3 de noviembre llega a Chuquisaca. Precisamente, donde dos meses antes al mariscal Sucre le pareció viable la conformación de una asamblea, y esta se reunió y optó por declararse independiente el 6 de agosto de 1825, y pasó a formar una nueva República.
El primer nombre que escogieron fue el de Bolívar, pero el diputado y presbítero Manuel Martín Cruz dijo que “si de Rómulo, Roma; de Bolívar, Bolivia” y a todos les pareció convincente, incluido al propio Libertador, a la distancia, quien a partir de ese momento se sintió comprometido hondamente con aquella contribución definitiva a la eternidad de su gloria.
De tal modo que la República de Bolivia dio sus primeros pasos y la Asamblea Constituyente le encargó a Bolívar la redacción de la primera Constitución. Entonces, el centralismo reiterado del Libertador y su horror a la anarquía, le llevaron a redactar una carta magna que establecía la Presidencia Vitalicia del designado y la posibilidad de que este escogiera a su sucesor. Como era de esperarse, los neogranadinos formados en el pensamiento liberal se opusieron a la impronta monárquica de la propuesta, ya que era un contrasentido haber hecho la guerra a la monarquía española para venir a instaurar una propia.
No obstante la oposición que fue hallando en el camino, Bolívar hizo aprobar su Constitución y designó a Sucre Presidente Vitalicio. Si Bolívar se hubiera dado por satisfecho con la Constitución de Bolivia sus problemas hubieran sido menores, pero estaba convencido de que la implantación en Colombia y en Perú de su modelo boliviano sería la solución a los problemas.
En carta del 6 de julio de 1826, Santander le escribe a Bolívar explicándole su negativa a la Presidencia Vitalicia, dice: “¿Quién es el emperador o rey en este nuevo reino?, ¿un príncipe extranjero? No lo quiero porque yo he sido patriota y he servido diez y seis años continuos por el establecimiento de un régimen legal bajo las formas republicanas. En mi posición, y después de que he logrado una mediana reputación, sería la mayor iniquidad traicionar mis principios y faltar a mis protestas. ¿El emperador es usted? Obedezco gustoso y jamás seré conspirador, porque usted es digno de mandarnos, porque nos gobernará según las leyes, porque respetará la opinión sana del pueblo, porque es justo, desinteresado, filantrópico, etc. ¿Y después de su muerte quién es el sucesor?, ¿Páez?, ¿Montilla?, ¿Padilla? A ninguno quiero de jefe supremo vitalicio y coronado. No seré más colombiano y toda mi fortuna la sacrificaré, antes de vivir bajo tal régimen” (Santander, 2011: 24-25).
La carta es una pieza de notables sutilezas que pone el dedo en la llaga: El único vitalicio aceptado es Bolívar, mientras todos los demás aspiran legítimamente a sucederlo. Imposible de digerir la proposición bolivariana y, como veremos, origen de futuras desavenencias.
Por otra parte, las discrepancias entre el vicepresidente Santander y el Jefe Militar del departamento de Venezuela, el general Páez, venían en aumento. Ya a Páez le había molestado la designación de Soublette como Intendente, pero todavía más cuando se designó a Juan Escalona para sustituirlo. Era imposible que Escalona pudiera ejercer autoridad sobre Páez, que era el jefe natural y, para colmo su enemigo. No obstante, Páez aceptó a regañadientes.
Santander se queja ante Bolívar del desconocimiento de la Constitución por parte de Páez y le ruega que intervenga. El Presidente Bolívar envía de avanzada a O’Leary a parlamentar con Páez para buscar una conciliación y, después de 10 días de conversaciones, en las que O’Leary intentaba que Páez se acogiera a lo dispuesto por Santander, con base en la Constitución vigente, el llanero le dijo: “Espero que el Presidente no me forzará a ser su enemigo y a destruir Colombia con una guerra civil” (O’Leary, 1981). Como vemos, ya Bolívar sabrá a lo que se enfrenta al iniciar viaje a finales de 1826, buscando poner orden en casa.
El 11 de diciembre de 1826 Bolívar le escribe a Páez una carta sutil y amenazante a la vez. ¿Buscaba ablandar al personaje que iba a domeñar? Le dice: “Contra mí el general Castillo se perdió; contra mí el general Piar se perdió; contra mí el general Mariño se perdió; contra mí el general Riva Agüero se perdió y contra mí se perdió el general Torre Tagle. Parece que la Providencia condena a la perdición a mis enemigos personales, sean americanos o españoles, y vea Ud. Hasta dónde se han elevado los generales Sucre, Santander y Santa Cruz” (Bolívar, 1950: 505).
Más allá de esta misiva, lo cierto será una solución ecléctica: Páez no se acogió a la Constitución vigente, pero sí reconoció la jefatura de Bolívar, como veremos luego y, con esto el Libertador se dio por satisfecho, mientras Santander comprendió que para Bolívar (en este caso) antes que la Constitución, estaba evitar la guerra civil en Venezuela.
Mientras estas tensiones van en aumento, no solo en relación con Páez en Venezuela sino en Bogotá con los seguidores de Santander y su oposición a la Constitución de Bolivia, el Libertador logra que el Congreso Anfictiónico de Panamá tenga lugar, aunque muy lejos de la importancia que hubiera querido que tuviera. Asistieron los delegados y deliberaron, pero nada de mayor importancia para el futuro se desprendió del encuentro, más allá de cumplir con el sueño integracionista bolivariano. En verdad, el clima de descomposición de Colombia iba en aumento, mientras en Perú la unanimidad hacia Bolívar se resquebrajaba, y Sucre en Bolivia batallaba con varias quimeras.
En Caracas, por última vez (1827)
El 16 de diciembre de 1826 Bolívar está en Maracaibo, el 31 de diciembre está en Puerto Cabello. En medio de flores, arcos de triunfo, coronas de laurel, bambalinas y guirnaldas, entraron juntos el Libertador y Páez a Caracas el 12 de enero de 1827. Bolívar designó a Páez con un cargo que no figuraba en la Constitución vigente: “Jefe Supremo”, reconociendo así su liderazgo y colocándose al margen de la Carta Magna, provocando el desagrado máximo del Congreso reunido en Bogotá y del “hombre de las leyes”, el general Santander.
Permaneció seis meses en Caracas poniendo orden en distintas ramas y consolidando con su actitud el poder de Páez, mientras en Bogotá la oposición a la Constitución de Bolivia y al propio Libertador iban en aumento. Formaliza la solicitud del claustro de la Universidad de Caracas de una reforma de sus estatutos, y es electo del doctor José María Vargas como el primer rector de la entonces Universidad Central de Venezuela. Comienza la universidad republicana.
Bolívar lograba sofocar la rebelión venezolana, pero al hacerlo ofendía a los constitucionalistas bogotanos. Lograba detener la separación inmediata de Venezuela de Colombia, pero en su fuero interno comprendía que había colocado un paño caliente sobre una derrota cantada. Partió de La Guaira el 5 de julio de 1827 rumbo a Cartagena, para luego subir a Bogotá por el río Magdalena: vía que recorrió infinidad de veces a lo largo de su vida. Fue la última vez que estuvo en su país natal. Llega a Bogotá el 10 de septiembre de 1827.
No sólo halló una recia oposición en Bogotá sino que también Perú rechazó su Constitución de Bolivia. Bolívar reaccionó gobernando con poderes excepcionales que, en términos puros, podrían llamarse dictatoriales. La negativa a seguir sus designios las entendió como un llamado a acelerar la marcha hacia un gobierno fuerte. Eso hizo, además de convocar la Convención de Ocaña para abril de 1828, con el objeto de modificar la Constitución de Cúcuta de 1821, aunque ya comprendía que imponer su modelo boliviano sería imposible de lograr. Sin embargo, insistió.
Mientras las malas noticias llovían sobre Bolívar, otra vino a expresarse de manera inesperada, el 2 de marzo de 1828 se alzó el almirante Padilla en Cartagena contra la “dictadura de Bolívar”, proclamando la autonomía del Puerto, pero Montilla sofocó hábilmente el intento y a este no le quedó otro camino que moverse a Ocaña, buscando la protección de Santander, pero Bolívar consideró que debía ser juzgado con todo el peso de la ley (cosa que molestó enormemente a sus adversarios porque no fue ese el tratamiento que pidió para Páez) y fue enviado a una cárcel en Bogotá, donde se le seguiría juicio.
Para entonces, las relaciones entre Bolívar y Santander estaban rotas desde marzo de 1828. La amistad que habían mantenido durante años ya no pudo obviar las enormes diferencias políticas que se ahondaban entre ambos y, en esta situación, acudieron los seguidores de uno y otro a la Convención de Ocaña en abril de 1828.
El final (1828-1829-1830)
Bolívar se trasladó a un sitio equidistante de Ocaña y Bogotá: Bucaramanga, desde donde a través de O’Leary (que iba y venía a Ocaña) podía monitorear la Convención. Allí estuvo durante los meses en que se reunió la asamblea, compartiendo, entre otros oficiales, con el francés Luis Perú de Lacroix, quien escribió el Diario de Bucaramanga: un documento de primera mano valiosísimo, que nos permite conocer las costumbres y opiniones de Bolívar en esta etapa final de su vida, cuando ya hace balances de lo ocurrido y tiene opiniones finales sobre la gente y los hechos.
El forcejeo entre bolivarianos y santanderistas, es decir, entre centralistas y federalistas fue intenso, hasta que la única solución que iba asomándose fue la de ratificar la Constitución de Cúcuta, pero eliminando el artículo 128 que le confería poderes extraordinarios al Presidente de la República. Fue entonces cuando los bolivarianos abandonaron la asamblea y esta se disolvió sin ningún efecto el 11 de junio de 1828. Obviamente, Bolívar no iba a transigir con que lo despojaran de sus facultades para gobernar por decreto. Ni Bolívar había podido reformar la Constitución de acuerdo con su voluntad centralista, ni Santander había logrado lo contrario.
El 13 de junio en Bogotá, un grupo de bolivarianos radicales encabezado por Pedro Alcántara Herrán, se reunió en Junta y le confirió poderes dictatoriales a Bolívar. Santander fue separado de la Vicepresidencia y fue designado por Bolívar como Embajador de Colombia ante los Estados Unidos, cargo que aceptó, pero que no llegó a desempeñar.
“No hay manera de que a un espíritu autoritario le convenza el Federalismo o cualquier forma de descentralización del poder”
El 27 de agosto de 1828 Bolívar sustituye la Constitución de Cúcuta de 1821 por un Decreto Orgánico firmado por sí mismo que consagró la dictadura. De modo que el Libertador Presidente asumió el mando, con base en la imposibilidad de la Convención de Ocaña de llegar a un acuerdo modificatorio de la Constitución. En otras palabras, la derrota sufrida en la Convención Bolívar la convirtió en la razón de la asunción de poderes dictatoriales y la centralización absoluta del poder en su persona. Por supuesto, sus opositores, que no eran pocos ni indefensos, reaccionaron rápido y en menos de un mes atentaron contra su vida.
Unos conjurados tomaron la decisión de asesinar a Bolívar el 25 de septiembre de 1828 en Bogotá. Entre ellos estaban Pedro Carujo; Ramón Guerra; Luis Vargas Tejada; Florentino González; Rudecindo Silva; Agustín Horment; Wenceslao Zuláivar; José Ignacio López; Pedro Azuero, todos de comprobada participación, quienes ejecutaron la acción la noche del 25 de septiembre en el Palacio de San Carlos en Bogotá.
Irrumpieron en el Palacio y hallaron al joven edecán Andrés Ibarra en camino hacia la alcoba que Bolívar compartía con su mujer, Manuela Sáenz Aizpuru (ya definitivamente separada del doctor Thorne). Esta, al advertir lo que pasaba le sugirió al Libertador que escapara por la ventana mientras ella distraía a los conjurados. Así fue: Al irrumpir en la habitación estaba ella sola, y fue maltratada en el piso a patadas, esperando que dijera dónde estaba Bolívar. Mientras, este había corrido hacia el arroyo de la Quebrada San Agustín y se había escondido debajo de un puente. Allí estuvo tres horas tiritando de frío hasta que los conjurados fueron derrotados y pudo salir a la superficie.
En el triste episodio, Carujo mató de un tiro a William Ferguson, quien venía en auxilio de su Jefe. Finalmente, el general Urdaneta (entonces Secretario de Guerra y Marina) controló la situación y alcanzó a hacer prisioneros a todos los participantes. Bolívar lo designó para presidir el Tribunal Militar que siguiera el juicio y este tuvo lugar de inmediato. Entonces, se acusó a Santander y a Padilla de haber formado parte de la conjura. El 7 de noviembre de 1828 se expidió la sentencia y fueron pasados por las armas casi todos, excepto Carujo, Santander y algunos otros. Entre los sentenciados y ejecutados estuvo José Prudencio Padilla, el héroe de la Batalla Naval del Lago de Maracaibo. Santander se fue a Europa, después de varios meses preso en Cartagena y Puerto Cabello, y Carujo a Venezuela, ya que a ambos se les trocó la sentencia de muerte por el exilio.
Bolívar no salía de su asombro. Entonces, afirmó que Manuela Sáenz era “La libertadora del Libertador” porque le había salvado la vida. Era evidente que la oposición a sus proyectos constitucionales, y al coqueteo con las formas monárquicas con las que finalmente nunca se avino, tenía más fuerza de lo que podía preverse.
La oposición a Bolívar continuó en el sur de Colombia. José María Obando se alzó en Popayán y se le sumó José Hilario López, y ambos estimularon a José de la Mar, al frente de Perú, para que la emprendiera en contra de Bolívar. Este, por su parte, se mueve de Bogotá hacia el sur a parlamentar con Obando y lo convence de que deponga las armas. Llegan a un acuerdo. Mientras tanto, el 27 de febrero de 1829 el mariscal Sucre y Juan José Flores derrotan a José de la Mar y Agustín Gamarra en el Portete de Tarqui, cerca de Cuenca, hoy Ecuador.
Los peruanos habían invadido a Colombia en oposición a Bolívar. Como vemos, se había abierto la Caja de Pandora y los demonios oposicionistas al centralismo bolivariano estaban sueltos. De hecho, ya Gamarra había obligado a Sucre a renunciar a la Presidencia de Bolivia, en 1828. La descomposición del mapa bolivariano se generalizaba.
Antes de partir hacia Quito y Guayaquil en febrero, el Libertador Presidente dispuso que las elecciones para un Congreso Constituyente se celebraran en julio de 1829 y la instalación en enero de 1830. Así, le ponía fecha de caducidad a su dictadura, desdiciendo a los que creían que pretendía perpetuarse con poderes extraordinarios. Bolívar no perdía el sentido de realidad y era evidente que su gobierno fuerte, lejos de poner orden y acabar con la anarquía que tanto temía, estaba haciendo aguas por todas partes. A la rebelión anti-bolivariana se va a sumar el general Córdova.
Regresa en abril de 1829 Bolívar a Bogotá para encontrarse con la proposición de sus seguidores de instaurar una monarquía. Incluso, su Consejo de Ministros llegó a hablar con representantes de Francia y el Reino Unido. La idea que barruntaban Urdaneta y otros era que el Libertador fuese un Rey que al momento de morir lo sucediese un Príncipe europeo. Estas iniciativas se basaban en sugerencias titubeantes del Libertador, que había expresado que una solución para Colombia podría ser buscar la protección de Gran Bretaña, pero finalmente Bolívar, después de dudar y guardar silencio, se expresó en contra del proyecto monárquico que ya estaba muy avanzado, y que así había sucedido porque el propio Bolívar lo había permitido con su silencio y sus sugerencias. No obstante la posición final de Bolívar acerca del proyecto, Córdova en el sur no se enteró de ello sino de su vacilante aceptación y por ello se alzó en armas en contra del Bolívar monárquico.
O’Leary al frente del ejército enfrentó a Córdova en El Santuario, cerca de Medellín, el 17 de octubre de 1829. Después de derrotado fue cruelmente ejecutado por Rupert Hand. Moría el general Córdova, antioqueño. Las noticias corrían como pólvora por el territorio de Colombia. El proyecto de Bolívar estaba herido de muerte y la salud del héroe resentida.
El Congreso Constituyente convocado por Bolívar se reúne a partir del 2 de enero de 1830 en Bogotá. El Libertador Presidente se presenta el 15 de enero seriamente resentido de salud, así lo confirman diversos testimonios directos. Impone a Sucre como Presidente del Congreso y al obispo de Santa Marta, José María Estévez, como Vicepresidente. Curiosamente, llamó “Congreso admirable” a la asamblea que tuvo poco de ello, sobre todo para él, que acudió en medio de la mayor amargura. Así se reflejó en su discurso de renuncia de la Presidencia y de abandono de la vida pública. Designa a Domingo Caicedo como Presidente interino y se va. Concluye el discurso, afirmando: “¡Conciudadanos! Me ruborizo al decirlo: la independencia es el único bien que hemos adquirido a costa de los demás” (Bolívar, 1990: 106).
Había recibido carta de Páez en diciembre de 1829 donde le señalaba que era imposible detener la voluntad separatista de Venezuela y que propusiera esto en el Congreso, cosa que El Libertador no hizo, naturalmente. Sabía que lo inevitable estaba en marcha: La disolución de Colombia. El ánimo de Bolívar estaba abatido. Parte hacia Cartagena el 8 de mayo de 1830; luego está en Soledad en octubre, en Barranquilla en noviembre, y después llega a Santa Marta el 1o de diciembre.
Sobre los últimos días del Libertador se ha escrito abundantemente, tan sólo agregamos que el deterioro de su salud fue paulatino y vinculado con problemas respiratorios, que en la autopsia practicada por el doctor Alejandro Próspero Reverend se confirmaron: “En su principio un catarro pulmonar, que habiendo sido descuidado pasó al estado crónico y consecutivamente degeneró en tisis tuberculosa” (Reverend, 1866: 25).
Su última carta, entre las miles de epístolas que dictó, la redactó el 10 de diciembre con destino al general Justo Briceño, al igual que su proclama final y su testamento. En este, por cierto, se dice “natural de la ciudad de Caracas en el Departamento de Venezuela”, lo que nos deja ante dos caminos: ignoraba la refundación de la República de Venezuela el 22 de septiembre de 1830 o se negaba a aceptarla. En todo caso, era evidente que moría con dos fracasos diáfanos en su proyecto político: La implantación de la Constitución de Bolivia en Colombia, sus ideas hereditarias sobre el gobierno, y la separación de Colombia, Venezuela y Ecuador en tres repúblicas distintas y autónomas.
¿Tenía razón al afirmar en carta a Juan José Flores el 9 de noviembre de 1830, lo que sentenció? Dijo: “V. sabe que yo he mandado 20 años y de ellos no he sacado más que pocos resultados ciertos. La América es ingobernable para nosotros. 2°. El que sirve una revolución ara en el mar. 3°. La única cosa que se puede hacer en América es emigrar. 4°. Este país caerá infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada, para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles, de todos colores y razas. 5°. Devorados por todos los crímenes y extinguidos por la ferocidad, los europeos no se dignarán conquistarnos. 6°. Sí fuera posible que una parte del mundo volviera al caos-primitivo, este sería el último período de la América” (Bolívar, 1950: 501-502).
Creemos que no, que estaba abatido y no advertía con claridad lo que había logrado. Además, pareciera que su aversión a la anarquía lo llevaba a no interpretar con claridad la manifestación de las ideas divergentes y la abierta confrontación. Estaba tan convencido de la necesidad de un gobierno fuerte y centralizado, que veía en cualquier expresión disidente el germen de la disolución. Veía en la existencia de partidos: la negación de la unión y, en cualquier negativa a seguir sus proyectos: una expresión de traición. Si Bolívar era terco, la realidad también lo era.
No obstante lo anterior, durante toda su vida mantuvo un espacio lúcido de interpretación de la realidad, incluso en los casos en que sus errores lo condujeron a desafueros. Eso se desprende claramente de una de sus últimas cartas, dirigida al general Urdaneta desde Barranquilla el 16 de noviembre de 1830. Allí afirma: “Voy a escribir de nuevo sobre esto, rogándole a Ud. de paso que tampoco desoiga mis avisos en esta parte y que mejor es una buena composición que mil pleitos ganados: yo lo he visto palpablemente, como dicen: el no habernos compuesto con Santander nos ha perdido a todos” (Bolívar, 1950: 511).
Dos procesos paralelos llegan a su fin: La enfermedad de Bolívar que lo lleva a la muerte y la enfermedad de Colombia que la lleva a su disolución. La segunda comenzó antes, casi desde el momento mismo de nacer, podría decirse.
Moría entonces “el hombre de las dificultades”, como se llamó a sí mismo en carta a Santander el 9 de febrero de 1825: “Yo soy el hombre de las dificultades; Ud. el hombre de las leyes y Sucre el hombre de la guerra. Creo que cada uno debe estar contento con su lote, y Colombia con los tres” (Bolívar, 1950:1042).
Te invitamos a escuchar el pódcast dedicado al Libertador, Simón Bolívar Palacios: “El hombre de las dificultades” (Audios I,II y III). Análisis desarrollado y narrado por el Escritor y Profesor Titular Unimet Rafael Arráiz Lucca, individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Abogado, Magister y Doctor en Historia (UCAB). Audio cortesía de la serie “Venezolanos” (Unión Radio Cultural 90.3 FM) y Anchor.FM:
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