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El covid-19 ha puesto en el tapete un intenso debate sobre las medidas para contener la pandemia. En las grandes ciudades se producen aglomeraciones sin precauciones mínimas. El Mercado de las Pulgas en la ciudad de Maracaibo se convirtió en un foco de contagio. Unos reclaman medidas de restricción severa de la circulación pública. Otros justifican el libre tránsito por las necesidades económicas que la gente debe satisfacer.
Autoridades del Ministerio de Educación anuncian el regreso a clases en septiembre, pero muchas comunidades educativas temiendo los riesgos que ello implica reclaman el diseño y preparación de sistemas de educación a distancia que den tranquilidad a la familia venezolana hasta que se demuestre que el coronavirus haya sido controlado.
Sectores de la producción reclaman la plena apertura de las actividades industriales y comerciales, mientras el Gobierno es cauteloso y mantiene restricciones de horarios para extender la política de “quédate en tu casa”.
Sobre esos y otros asuntos relacionados con el covid-19 se debate a diario. La salud de nuestro pueblo se ha convertido en el tema prioritario de las cadenas presidenciales y de las comparecencias públicas de los vicepresidentes, ministros y gobernadores. Y este énfasis colectivo en abordar los temas sanitarios es plausible. Otra cosa sería indiferencia y negligencia.
Esa actitud y conducta de los dirigentes públicos de dar prioridad a la salud debe mantenerse después de superada la pandemia. La salud del pueblo es lo primero y debe recibir tratamiento prioritario por parte del Estado y de los particulares.
Hoy día se vive bajo permanente tensión por el desabastecimiento de medicinas y por los altos costos de las mismas. Las familias se comunican entre sí para suministrarse las pastillas que les sobraron de un tratamiento cualquiera. Las redes sociales actúan como centros de solidaridad para la provisión de medicamentos. Ante la ausencia de políticas públicas en esta materia la población reacciona como puede.
Tenemos en todas las regiones del país Escuelas de Farmacia, de Medicina, de Biología, de Química. Nuestras universidades forman nutricionistas y bioanalistas. Talento hay de sobra. Sin embargo, no producimos ni aspirinas. La infraestructura de hospitales, medicaturas, dispensarios y diversos centros de atención de salud es amplísima en todos los estados, pero en muchas ocasiones carecen de estetoscopios, de tensiómetros y hasta de médicos. El pueblo vive pegando brincos para conseguir un tomógrafo que funcione. Esa es la verdad.
Eso es una grave realidad que la nueva Asamblea Nacional debe atender con determinación y con pasión venezolanista. Es un problema serio que no admite dilaciones ni excusas. Los diputados que resulten electos tienen que trabajar para darle a Venezuela soluciones concretas en materia de salud. Que no haya familia desamparada. Que todos tengan acceso a la salud. No hay diferencia política o partidista que justifique la indiferencia y el diferimiento de salarios dignos para el personal de salud, así como de plena y permanente dotación de dispensarios, medicaturas y hospitales. Esas son las soluciones que nuestro pueblo aspira.
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Información: Prensa Soluciones Para Venezuela | Twitter |
Transcripción y Embeds para ACA Noticias: Lcdo. Carlos Romero |C.N.P. 24.081|
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