Por cuarta vez en menos de seis meses, el Gobierno anuncia un incremento del salario o ingreso mínimo, esta vez de 103%, sin tomar medidas complementarias que le hagan mella a la hiperinflación, lo cual prácticamente garantiza que estamos ante un paso más en la conversión del salario mínimo en lo que únicamente se puede catalogar como salario ínfimo. Por cualquier patrón de medida que se utilice queda claro que la batalla se pierde a pasos agigantados.
En términos de poder de compra el salario ínfimo, que ha aumentado 4,500% en un año, no le llega ni a los tobillos a la hiperinflación que en ese lapso ha sido de 24,000%, lo cual significa una pérdida de poder adquisitivo de 80% solamente en ese período. Si lo medimos por tasas de cambio oficiales de permitida divulgación, a la nueva tasa “Dicom remesas” de Bs. 2.2 millones por $ del mismo día del anuncio presidencial, el ingreso mínimo es de $ 2.36 mensual. Y en términos de la canasta alimentaria reportada por el CENDAS en Bs, 72.8 millones para mayo, se necesitan 14 salaros ínfimos para adquirirla, 44 si de la canasta básica familiar se trata. Pero esto último es solo un decir, porque para cuando se cobre la primera quincena al nuevo valor, los precios se habrán duplicado.
El anuncio vino acompañado de otra sesión de sillas musicales en lo que a funcionarios de la burocracia económica se refiere, quedándose en esta oportunidad sin silla el gerente responsable del nonato Petro. Lo preocupante es que, salvo una que otra medida sensata aislada como la de ponerle una tasa de cambio medianamente realista a las remesas, no se vislumbra ninguna intención de tomar las medidas integrales que se precisan para salir de la espiral hiperinflacionaria que ha tomado vida propia. Decimos esto porque inevitablemente el incremento de 100% de los empleados públicos jubilados, y demás subsidios que a voleo se anuncian y parcialmente se cumplen, serán financiados exclusivamente con la creación electrónica de dinero en el BCV, por encima del ya increíble ritmo de incremento interanual de 7,000% que llevan en su haber. Contrario a lo que sucedía en hiperinflaciones anteriores en otros piases en las que cuando menos había que esperar unos días a que físicamente se imprimieran los billetes sin respaldo, en ésta, la primera hiperinflación electrónica de la historia, la creación solo requirió presionar la tecla de “enter” en el BCV mientras el presidente da la orden en cadena nacional.
Pero no son solo los asalariados los que se están quedando sin ingresos, medidos en términos de bolívares de valor constante, el fisco también. Debido a lo que se conoce como el “efecto Olivera-Tanzi”, en hiperinflación por cada 20% de inflación mensual, la recaudación fiscal a precios de valor constante se reduce en 40%. Saque usted la cuenta de por dónde vamos cuando la tasa mensual lleva meses por encima de ese 20% y ya sobrepasa el 100%. En tiempos pretéritos el fisco venezolano podía compensar esa merma en parte con los impuesto y regalías petroleras, que al ser cobrados en dólares contantes y sonante, no se crean de la nada en los servidores del BCV. Sin embargo, con la producción petrolera en picada, y con las perforaciones para aumentar el bombeo que compense la declinación de yacimientos casi paralizadas al haber menos de 25 taladros en funcionamiento del centenar que se necesitaría para estabilizar la producción, lo que se vislumbra es un descenso aún más acelerado de esa actividad, y se pregunta uno de donde piensan obtener ingresos.
La repuesta lógica sería del financiamiento puente multilateral y por impuestos a las actividades generadas por la inversión privada nacional y extranjera en actividades productivas, pero la permanente actitud de enfrentamiento y acoso a las actividades privadas pareciera más bien un intento por ahuyentar esas potenciales fuentes de ingreso.
@aconcheso
Fuente: finanzasdigital.com
Transcripción A.C.A.: Carlos Romero / C.N.P. 24.081