La derrota abrupta del uribismo, el avance de las fuerzas independientes y la oposición, con Claudia López en Bogotá, Daniel Quintero en Medellín y Juan Carlos Cárdenas, en Bucaramanga, los hechos más destacados.
Con una participación de más del 60 % del potencial electoral, superando la registrada hace cuatro años, el país político comenzó a trazar un nuevo rumbo. El uribismo empezó su declive en las urnas, la Alianza Verde se convirtió en la fuerza política que más creció y ganó con Claudia López la Alcaldía de Bogotá siendo además la primera mujer en lograrlo; los grandes partidos siguieron perdiendo hegemonía; los independientes fueron el palo; las coaliciones la fórmula ganadora en todo el país; y los clanes regionales tuvieron una de cal y otras de arena, y sobrevivieron los grandes.
El nuevo mapa político se arma en los siguientes días al escrutinio, cuando aparecen las noticias sobre victorias memorables, derrotas impensadas o historias de ascenso al poder deslumbrantes. La jornada electoral mostró un pequeño progreso hacia una democracia más madura, donde no siempre se imponen las maquinarias, en la que los movimientos ciudadanos, las candidaturas independientes y las alianzas de partidos les quitan terreno día a día a los partidos políticos. Los batacazos fueron los triunfos de Claudia López en Bogotá, Daniel Quintero en Medellín, William Dau en Cartagena y Jairo Yáñez en Cúcuta.
Las firmas encuestadoras, que tuvieron su propio balance, no acertaron en Bogotá, Medellín, Bucaramanga y Cartagena. Lo hicieron en Barranquilla, donde estaba cantada la victoria de Jaime Pumarejo y en Cali con Jorge Iván Ospina. En ese conteo, los principales derrotados son los partidos tradicionales, a quienes ya les cuesta cada vez más elegir alcaldes o gobernadores con votos propios y se han visto forzados a refugiarse en las alianzas interpartidistas para mantener su poder. De 32 gobernaciones, 24 fueron ganadas por candidaturas de coalición.
El Partido Liberal, por ejemplo, pasó de cuatro gobernaciones propias a dos; Cambio Radical de cinco gobernaciones propias a ninguna. El Partido de la U tenía dos y le quedó una. El conservatismo tenía cuatro y pasó a dos. En segunda línea, el uribismo sufrió una derrota que se amplifica si se tiene en cuenta que son el partido de gobierno. Después de 17 años de poder del expresidente Uribe como elector, sus aliados políticos apenas ganaron dos gobernaciones: en Casanare, donde conservaron su hegemonía y en Vaupés. Pero sobre todo perdieron en las tierras más uribistas: Antioquia, la Alcaldía de Medellín, en Córdoba, donde el propio exmandatario había puesto tanto empeño, también en Santander, Caldas, Meta o Sucre. Y se ratificó que en Bogotá y en Cali no tiene plaza el Centro Democrático.
En cuanto a la oposición política, en términos generales mostró sus avances. En especial, la Alianza Verde, que ganó con Claudia López la segunda plaza política más importante del país, con un agregado clave: una sólida bancada de respaldo a la misma colectividad en el Concejo. También obtuvieron victorias en Cali, Manizales, Villavicencio, Bucaramanga y Cúcuta. Entre las historias sorprendentes está la del primer excombatiente de las Farc en llegar al poder. Se llama Guillermo Torres, pero se le conoce como Julián Conrado, que ganó en Turbaco (Bolívar). O la de Jairo Yáñez, el nuevo alcalde de la capital de Norte de Santander, un empresario de la arcilla de 68 años que, perífono en mano, venció al titán de la frontera, Ramiro Suárez Corzo. Empezó su campaña tardíamente, y a punta de echar discursos en la calle, conquistó a un pueblo agobiado por la maquinaría dirigida desde la cárcel. En cambio, en Bello (Antioquia), ganó el candidato que hizo campaña con un brazalete del Inpec.
Desde la óptica de los clanes regionales, los resultados de ayer demostraron que únicamente las casas más consolidadas lograron mantener su poder. En Atlántico, la casa Char hizo doblete con Alcaldía y Gobernación —que no tenía— pero también perdió en el segundo distrito electoral: Soledad. Allí ganó Rodolfo Ucros, quien pasó por el medio de las dos grandes maquinarias: la de Cambio Radical, que tuvo al propio Fuad Char empujando la barca, y la del actual alcalde, Joao Herrera, quien partió cobija con sus principales impulsores. También festejaron los Gnecco en el Cesar. Los Aguilar demostraron que siguen siendo los que mandan en Santander. En Bolívar, con la victoria de Vicente Blel, se probó que el poder político de su padre crece con los escándalos. Y la casa Merheg en Risaralda también ratificó los caudales que lo sostienen.
En cambio, los cacicazgos regionales salieron derrotados en Cartagena, por el independiente William Dau; en Magdalena, los Cotes perdieron la Gobernación y la Alcaldía de Santa Marta con las fuerzas de Carlos Caicedo; y en Villavicencio les ganó a los electores tradicionales Felipe Harman, quien se convirtió en el primer alcalde de izquierda en la capital llanera. En Córdoba salieron derrotados los fortines del exgobernador Alejandro Lyons y Bernardo “Noño” Elías, pues les ganó Orlando Benítez, del liberalismo. En Sucre perdieron los polémicos excongresistas Yahir Acuña y Marío Fernadez Alcocer, y en La Guajira perdió el candidato del exgobernador condenado, Kiko Gómez.
Entre los triunfos más pintorescos, por la reputación de los personajes, está Arnulfo Gasca, “el patrón de patrones”, quien ganó la Gobernación de Caquetá. Era la tercera vez que el polémico ganadero buscaba un cargo de elección popular y fue la vencida. A pesar de que se le asignan relaciones a oscuras, y de que en las pasadas elecciones le quitaron el aval por esa misma razón, el pueblo caqueteño se inclinó por un hombre que se hizo famoso por protagonizar un narcocorrido. Otro de la lista de cuestionados fue Andrés Gómez, a quien relacionan con la masacre de la Guaripa (2018). La Gobernación de Putumayo quedó en manos de Buanerges Rosero, a quien relacionan con Edgardo Figueroa, capturado en la famosa narcoambulancia con 250 kilos de cocaína.
Y estos los primeros datos que aparecen de una de las campañas más intensas, con mayor número de candidatos y más alta participación electoral que se recuerde en el país. Pero faltan cosas por conocerse, y muchas victorias aparentes pueden convertirse en pequeñas derrotas o en nuevos retos para los ganadores. Lo único cierto es que el telón de la política nacional cayó por los próximos dos años, si nada extraordinario ocurre.
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Información: Alfredo Molano J.| El Espectador |Noticias Caracol |Twitter |
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